Éxito de afluencia en la Feria de la Alubia a pesar del mal tiempo

18 noviembre 2012


 Feria de la Alubia | Imagen 2

Ya no hay vuelta atrás. La Feria de la Alubia y la Hortaliza se convierte cada año en un evento más multitudinario. Ni siquiera la molesta e intermitente lluvia que cayó sobre Casar de Periedo supuso un problema para los visitantes. Aunque se notó algo en las ventas, según decían los comerciantes, a las dos y media de la tarde ya no quedaban tickets para comer el cocido. Las mareas de gente en todas direcciones se entrelazaron por los puestos que forraron los muros de la localidad. No había un aparcamiento libre ni un puesto sin gente. Los que acudieron por primera vez a este encuentro que se tarda en preparar un año no daban crédito: “Es impresionante. Una gran iniciativa en la que se saca lo típico de Cantabria”, explicaba José Manuel, que ha venido desde Miera en autobús. 
 
Alubias hubo, por supuesto, pero mucho más. Tomates, calabazas, mieles, quesos, bizcochos, café, castañas, artesanía de Cantabria, artesanía de fuera de Cantabria, collares... La variedad emocionaba al cliente. “¿Cuánto valen éstas y de dónde son?”, le pregunta un hombre a Ana Díaz, una abuela de Casar cuyas gafas negras se dejan ver bajo el pañuelo que lleva en la cabeza: “ésta es la alubia típica de aquí y vale 15 euros”, responde. Hay más de diez personas en torno a su puesto, una mesa con cuatro o cinco sacos de alubias de diferentes colores. El cartel que cuelga de una de las patas de la mesa es su mejor baza para atraer a la gente: “Alubias de Casar de Periedo”. Todo el mundo quiere esas, las de allí. “Son ecológicas. El año pasado lo vendí todo y este año, aunque hemos empezado algo flojos, seguro que también”, dice mientras pesa un puñado de alubias en un peso “que me regalaron en el año 1969, cuando me casé”. Y todavía funciona “de maravilla”. 
 
A la una y media del medio día la gente apenas podía caminar entre la muchedumbre. Juan y Menchu vienen todos los años “a esta fiesta tan familiar”. Ellos ya se van, pero desde donde están aún se escuchan las gaitas y los tambores. Tras la barra donde se venden bebidas estaba Adela friendo “cientos de tortos”, justo enfrente de la olla donde se prepara el cocido. Los olores se mezclan. Adela empezó a amasar a las seis. “Utilizamos más de cien kilos de harina”. Encima, cuando acaban de trabajar, “ya nunca queda cocido”. Rosa María seguramente tampoco lo come, aunque es una de las que ayudan a prepararlo. “Lo hicimos ayer por la tarde y esta mañana pronto cocimos las alubias”. El año pasado se repartieron 1.600 raciones. El ticket para el cocido costaba dos euros y las colas llegaban hasta el final del pueblo. En una palabra: “¡vuela!”, dice Rosa. 
 
Las que también volaban ayer eran las alubias del puesto de Juliana Ruesga. “Estupendo”, así define el ambiente. “A la una y media solemos haber vendido todo”, explican ella y su hija. Tienen la alubia roja, la de cocido, la del Pilar y la placeta. Son veteranas. Después de las alubias, el segundo protagonista fue el queso. Gabi tiene queso “de oveja, de cabra y mezcla” y dice que ha vendido un poco menos que otros años “por el mal tiempo”. 
 
Además, una exposición de aperos de labranza y una recreación de una escuela de los años cuarenta, con olor a humedad de libros viejos con páginas amarillentas. “Es una pasada”, decían. Bajo un toldo había mujeres mayores disfrazadas de mujeres aún más mayores, haciendo alfombras y felpudos con hojas de maíz. Es la primera vez que vienen, “pero el año que viene repetimos”. Se lo están pasando bien, como las 6.00 personas que se calcula pasaron por la feria en el día de ayer. Los organizadores, vecinos del pueblo, empiezan hoy a preparar la feria de la alubia del año que viene.

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