Devolver la vida a las radios de los años treinta,
cuarenta, cincuenta y traerlas al presente, ganar la batalla al tiempo y
a las nuevas tecnologías. Es la proeza de Román Barona. Su vida, lo que
ha hecho desde que cumplió 14 años. «Reparar las radios y las
televisiones que me traían y coleccionarlas». En total, tiene 80. Ha
reunido todas ellas en la exposición que estos días se puede visitar en
el local número 8 de la calle Hermanos González Cosío de Cabezón de la
Sal, en horario de 19.00 a 21.00 horas. Recorrer la exposición es una
invitación para todos aquellos que quieran evocar los comienzos del
mundo de la imagen y el sonido.
Están en fila, con la madera aún brillante, majestuosas,
frescas. Radios, televisiones, algún vinilo e incluso la antigua
centralita del pueblo. Los visitantes que acuden a la exposición se
arremolinan en torno a una radio del año 1931. «¡Gooo1!», se escucha
desde las vísceras del aparato. «Excepto cuatro o cinco, todas funcionan
a la perfección», dice Román, orgulloso, sin vanidad. «Empecé
trabajando reparando radios cuando era un chaval y no he dejado de
hacerlo», explica. La más antigua es de 1920, «un aparato alemán que ya
es irrecuperable». Sin embargo, el cadáver se conserva impoluto. Algunas
radios tienen rueda para cambiar el dial, otras teclas. Las hay
grandes, pequeñas. Cada una cuenta una historia. Ésta, explica Román
señalando una de las radios, «se la vendió mi patrón a una señora de
Cabuérniga en 1962. Hace poco fui donde la señora, ya una mujer mayor, y
la tenía en el desván». Y así hasta reunir los ochenta tesoros que
conforman su colección.
Muchas de ellas no tenían frecuencia modulada, pero Román
se lo ha puesto a casi todas. «Una radio sin FM no es nada», se
justifica. Los que conocen a Román valoran su don. «Es un crack»,
aseguran. Tiene que serlo, porque de las televisiones que hay en la
exposición no dejan de reproducirse imágenes a toda velocidad en blanco y
negro. Los fotogramas parecen más reales que nunca. «La tele entonces
se veía como se ve aquí ahora», dice Román, señalando una pantalla
pequeña, «como la que llevaban los taxistas». «Ésta es de 1968, de
Japón». Uno de los aparatos acapara el protagonismo. «Es la antigua
centralita de Cabezón, procedente de Francia y del año 1945». «Con esas
cosas se enteraban de todo lo que hablábamos», dice un vecino. «¡Seguro
que la enciendes y funciona!», dice otro.
El asombro entre los que observan los aparatos es
palpable. El flash que sale de los móviles de última generación de los
visitantes que hacen fotos rebota contra la madera de la radio de los
años cuarenta. Paradójico. Ahora se lleva usar y tirar. Un niño no
despega la mirada de la pantalla de una de las televisiones en la que
sale Charles Chaplin. «Es guay», dice. Se acerca su madre. «Ésta es como
la que había en casa del abuelo».
Al otro lado de la sala está Luis Arriola, que reconoce
un magnetofón UHR. «Era mío. Lo traje de Alemania en el 73 y me costó
200 marcos». Entonces se la dio a Román para que la reparase. «Ahora me
gustaría tenerla porque era para aprender inglés y a mi nieta le vendría
bien», dice Luis con añoranza.
Almacenados en Cabezón
Román lleva diez años coleccionando estas radios y
televisiones. «Los he ido comprando por 40 o 50 euros, depende del
aparato y del capricho», explica. Los tiene almacenados en una casa en
Cabezón. «Se oyen perfectamente. Han sido buenos aparatos». Román
continúa reparándolos, «aunque ahora me ayuda mi hijo». En cada radio
figura una nota: «Fabricación: 1948; Marca: olimpus; Procedente: España;
Juan de la Hoz, Ibio». Es su nota a pie de página. Su procedencia y año
de nacimiento.
Román no deja de explicar la historia de cada radio a
medida que los visitantes le preguntan. «La primera televisión que hubo
en Cabezón es del año setenta. La trajo mi hermana de Alemania y tuvo
problemas para pasarla por la frontera», relata. Podría explicar la vida
de cada uno de sus aparatos. «Hay que tener ilusión y ganas de
coleccionarlo». Podían haberse perdido o haber quedado abandonados en la
esquina de un trastero con el polvo como único testigo de su
decrepitud, pero gracias a Román al menos ochenta de estos aparatos
antiguos se han salvado.
3 Opiniones...Anímate a participar :
Soy prima de Roman, vivo en Gijón, OLE y OLE por mi primo, el si que es la joya número uno de toda la colección.
LUISI
ROMÁN LO DE LAS RADIOS YA LO VI DESDE QUE SE PUBLICO YA TE MANDE UN COMENTARIO DESDE AQUI,YO QUIERO SABER SI ESTAS BIEN COÑO.
HICISTE ALGO QUE TE GUSTABA,UNA LBOR COJONUDA,TE ADMIRO,PUES ES UN LEGADO PARA TODOS .UN ABRAZO AMIGO.
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