Las lluvias obligan a rescatar a decenas de personas y anegan pueblos y carreteras

17 junio 2010


David Villegas, de Caranceja, resumió con una frase lo que supuso el segundo día de temporal de lluvias en Cantabria: «El agua se desbocó». Y el agua se desbocó allí hasta obligar a casi desalojar el pueblo; en Val de San Vicente, donde un lago desdibujó la frontera con Asturias al unirse los cauces del Cares y del Deva, lo hizo en Laredo, en Sámano, en Ampuero, en Cabuérniga, en Renedo, en Cabezón de la Sal, en Campoo... La jornada se convirtió en un rosario constante de alarmas que reflejaban una veintena de carreteras cortadas, rescates de decenas de personas aisladas en sus casas (otras se negaban a salir a la espera de la bajada de las aguas) y miradas al reloj ante la inminencia de la marea alta.

Pese al trajín de los equipos de rescate -ayer no descansó nadie relacionado con Protección Civil, Policía y Guardia Civil en Cantabria- no hubo que lamentar males mayores. Todo fueron pérdidas económicas: negocios afectados por la riada, industrias con el agua hasta las máquinas, coches chafados, electrodomésticos para la basura y muchos sustos ante la subida del nivel de ríos y arroyos. A las once de la noche la Consejería de Presidencia desactivó el nivel 1 del Plan Territorial de Emergencias de Cantabria y decretó el nivel 0 por el que los cuerpos de protección civil local se encargan de controlar las posibles emergencias al haberse reducido el nivel de riesgo.

Hasta ese momento, los problemas habían ido creciendo a medida que el frente de la tormenta barría de oeste a este la región y los ríos recogían las lluvias.
Así, alrededor de las ocho de la mañana la situación empezó a complicarse en la franja oriental, ante la crecida de los ríos Deva, Saja y Nansa, que se desbordaron a su paso por Unquera y la Travesía de Muñorrodero (Val de San Vicente) y Villanueva de la Peña (Mazcuerras). Al mediodía, el desbordamiento llegó a los cauces del Pas y el Asón. En torno a las seis de la tarde, comenzaron a surgir problemas en la zona occidental, principalmente por el desbordamiento del río Sámano y la crecida del Agüera.

La Agencia Estatal de Meteorología y el Gobierno ponían las cifras oficiales a la inundación. En Tama se registraron 72 litros por metro cuadrado y en San Vicente de la Barquera 62,8 litros. Hay otra cifra no oficial pero espectacular: el alcalde de Peñarrubia, Secundino Caso, aseguró a EL DIARIO que en su municipio se recogieron 150litros por metro cuadrado, lo que provocó que el Deva inundara el Desfiladero de la Hermida como pocas veces se había visto.

Las precipitaciones forzaron a abrir la presa de Palombera que a media mañana «soltaba toda la crecida que le llegaba, casi 300 metros cúbicos», según la Confederación Hidrográfica del Norte. El resultado de la precipitación en la cuenca era visible ayer desde el aire: Molleda se convirtió en un lago donde no se distinguían carreteras, aceras y prados y los barcos amarraban a los guardarrailes de la carretera para salvarse de la crecida. Todo era marrón salvo los tejados de las casas y así pudo comprobarlo el Consejero de Presidencia, Vicente Mediavilla, que coordinó todo el dispositivo puesto en marcha para paliar los efectos del desastre.

El de ayer fue un día en que los ríos recuperaron su territorio perdido. En Ruiloba los caminos se convirtieron en arroyos y en Caranceja también fueron necesarios los barcos. La Cruz Roja se movía con buzos, lanchas y motos acuáticas para rescatar a once personas que habían quedado atrapadas en viviendas y empresas.

Fue allí donde Villegas vio como en minutos pasó de no llover a entrar el agua en tromba en su casa. Eso fue a las diez y media de la mañana y a esa hora también apareció el presidente de la Junta Vecinal, Andrés Iglesias, que iba por el pueblo en su todo terreno avisando a los vecinos. Gracias a él pudieron ser desalojados los chavales del colegio a tiempo: «Entré por un camino a la escuela y ya no pude salir por el mismo sitio», recordaba después Iglesias.

La credida fue tan rápida y virulenta en Caranceja que Protección Civil tuvo que elegir: para rescatar a todos los vecinos debía utilizar el helicóptero, una maniobra arriesgada en el caso de algunos de ellos, personas de edad avanzada. Así que se optó por mantenerles en casa a la espera de la bajada de las aguas.

Cerca de allí, una familia de Cabezón de la Sal permanecía en su casa pese a las advertencias de Protección Civil. María Ángeles Caso y su marido Miguel hablaban con EL DIARIO mientras vigilaban la crecida de los regatos que atraviesan el paraje de Las Navas. «Ya les dije que de aquí no me iba». Su decisión les ha costado una noche sin dormir para vigilar el cauce y alguna hora que otra de explicaciones a los numerosos efectivos de Protección Civil que por allí pasaron.

En algunos lugares el agua puso a prueba las infraestructuras de saneamiento: la depuradora de Requejo (Campoo de Enmedio) fue incapaz de tratar todo lo que entraba y expulsó aguas fecales por los baños de algunas casas cercanas, ante el estupor de los vecinos. El pantano del Ebro también roza el lleno absoluto: entraban 226 metros cúbicos al segundo y sólo podían salir 60 ante la crecida. Le quedaban 13 centímetros de nivel para rebosar por los aliviaderos.

El servicio de emergencias del 112 coordinó durante todo el día de ayer unas 300 incidencias. En Renedo las lanchas de Cruz Roja volvieron a ser decisivas para rescatar a cinco personas en el barrio de La Isla. El río Pas había crecido casi tres metros y bajaba con tal fuerza que el equipo de Cruz Roja, a bordo de una zodiac, tuvo graves dificultades para maniobrar. En Renedo el corte de carreteras provocó problemas de acceso al pueblo al cerrar casi todos los viales.
No fue el único lugar. Ayer circular por la región era todo un desafío. Una veintena de carreteras autonómicas, además del Desfiladero de La Hermida, en la N-621, permanecieron cortadas al tráfico a lo largo del día por las inundaciones y por desprendimientos, que, además, han obligado a suspender el tráfico ferroviario con Asturias.

Entre las afectadas estuvieron la CA-185, entre Potes y Fuente Dé, la CA-184, entre Potes y Piedraluengas y la CA-181 (Pesués -Puentenansa). También se han producido cortes en la Ca-182 (Valle de Cabuérniga- Puentenansa), CA-135 (Cabezón-Comillas), CA-180 (Cabezón de la Sal-Valle de Cabuérniga), CA-280 (Valle de Cabuérniga-Espinilla-Salcedillo) y CA-283 (Riocorvo-Virgen de la Peña).

En la red nacional, destaca el cierre al tráfico de 20 kilómetros de la N-621, que discurre por el Desfiladero de la Hermida, concretamente entre el 154 y el 174. Por su parte, la N-634 tuvo que ser cortada en el Alto de Caranceja (Reocín). También en esa vía, un argayo provocó el corte temporal de un carril en Cerdigo (Castro Urdiales).

A última hora de la tarde, los principales problemas se registraron en Castro Urdiales, donde actuaron, entre otros servicios, los bomberos de la localidad y los parques de emergencias de Laredo y Villacarriedo, dependientes del Gobierno de Cantabria.

Entre otras incidencias, los clientes de un restaurante de Mioño fueron evacuados para evitar que se quedasen aislados y se produjeron numerosas intervenciones por inundaciones de viviendas, garajes y locales en todo el municipio de Castro Urdiales. En la capital el agua inundó el polígono de la Tejera, el aparcamiento de Eroski y el IES Zapatero, además del polideportivo Peru Zaballa.

Los vecinos de Sámano siguieron como siempre: organizados para que el agua no inundara sus casas. Es la tercera vez en menos de un año y ya tienen experiencia. Tendieron una barrera de sacos y lograron controlar la inundación a la vez que volvieron a reclamar una solución a sus problemas.

Además de Medivialla, que coordinó el operativo desde la madrugada del martes, otros consejeros del Gobierno también visitaron los lugares más afectados: el de Obras Públicas recorrió las carreteras de la zona oriental, las más afectadas, y el de Medio Ambiente acudió a Val de San Vicente, uno de los lugares en las que la crecida fue más significativa.

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