Seguir a Nacho Vigalondo en Twitter es asistir al ritmo desenfrenado de un director enganchado a Internet que estos días monta su segundo largometraje, Extraterrestre (rodado hace un mes, y que describe el mal amanecer de una pareja, que se despierta en la misma cama sin recordar qué pasó la noche anterior, sin conocerse de nada y en mitad de una invasión alienígena), prepara su tercer filme, Windows, y de paso hace escapadas festivas a su pueblo natal, Cabezón de la Sal (Cantabria), en donde se cayó de una estatua -su pierna lo atestigua-, y a la feria de Málaga: allí pasó la noche del jueves tras rodar un programa de televisión en Antequera. Ayer viernes ya estaba en Madrid en la sala de montaje. Extraterrestre la ha filmado en tres semanas en el barrio madrileño de Lavapiés, en una especie de reto personal por hacer una peli antes de su gran proyecto, Windows (nombre provisional que, avisa, puede que cambie por Followers).
Nacho Vigalondo
A FONDO
Nacimiento: 1977 Lugar: Cabezón de la Sal
Pregunta. ¿Una película en solo tres semanas?
Respuesta. Sí, he rodado a destajo en digital. Pero no he cometido el error de hacer trucos en la producción, muy habitual en el cine de guerrilla, que abaratan costes y eliminan decorados durante el rodaje. Desde el guión debes ser consciente de su bajo coste, y usar pocos escenarios. Pienso en La soga o en La huella, en donde ese único escenario es un atributo de la historia. Lo llevé todo muy claro.
P. Han pasado casi cinco años desde que filmó Los cronocrímenes. ¿Por qué?
R. Levantas guiones, luchas por ellos, se caen... Me enamoré de uno de ellos en Los Ángeles: era una persecución automovilística de principio a fin. Al final no se rodó. Es cierto: sufrí algo de desesperación.
P. Y ahora Windows. ¿Por qué tan seguidas?
R. En realidad me he hecho una trampa a mí mismo. Calculé las fechas y me planteé si era capaz de rodar otra película antes. Es una venganza por todo lo que he tardado en dirigir otra vez. Y por otro lado pienso que debería ser una táctica a seguir en estos tiempos duros que corren. Windows, o Followers, será de otra manera, posiblemente en coproducción con el extranjero. Será en inglés, creo que rodaré parte aquí y parte fuera, y los actores serían también extranjeros. Empiezo en septiembre la preproducción. Gira en torno a un personaje femenino. El planteamiento formal es especial -no puedo contarlo-, y juega con lo que plantea Internet: tú observas, pero tú eres observado. Busco la tensión de La ventana indiscreta llevada al plano tecnológico.
P. ¿Le entristece el panorama cinematográfico español?
R. El año pasado coincidí en un curso con Enrique Urbizu, y aluciné cuando supe que llevaba siete años sin rodar. Esta primavera ya lo hizo [No habrá paz para los malvados]. Yo, que ocupo una posición rara, indeterminada, en la industria, ¿cómo voy a quejarme si Urbizu, con prestigio y taquillero, ha tardado tanto?
P. Los cronocrímenes, su primer largo, triunfó más fuera.
R. Y aún sigue vivo. Ha habido un cambio brutal de paradigma: la muralla que siempre había alrededor del cine español no existe. Había muchas carreras consagradas de directores que nunca habían movido un proyecto fuera. Y ahora somos un montón rodando fuera o con coproducción extranjera o conocidos en festivales de todo el mundo. Significa una responsabilidad y a la vez un privilegio: lo que hacemos tiene exportación inmediata. El orfanato, El laberinto del fauno... Y el cambio tecnológico apoya esta situación diferente. Incluso hay expectativas en todo el mundo por saber cuál será el próximo trabajo de muchos directores españoles. Eso antes no ocurría. Trascendemos.
P. Siempre pensando en películas...
R. He aprendido algo ahora: el ritmo de trabajo en el cine en todo el mundo es tan titubeante que más vale que te lo marques tú. De ahí la autoproducción de Extraterrestres. Tengo dos pelis pensadas: una sin límite y otra pequeña, y debería obligarme a rodarlas. Hacer un corto o incluso sketches para televisión consume parecida energía y sacrificio que una pequeña producción.
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