Un total de 397 personas, mujeres la mayoría, están matriculadas en alguno de los cursos o talleres que oferta la Escuela de Adultos Margarita Salas de Cabezón de la Sal, un lugar en el que muchas han encontrado la oportunidad de hacer hoy lo que en tiempos pasados no pudieron (o no las dejaron) hacer por estar ocupadas en otras tareas.
Y están entusiasmadas. Al menos eso se desprende de sus rotundas manifestaciones. «Tras la muerte de mi marido, esta fue la mejor terapia», dice Carmen. «Soy italiana y aprendí las reglas gramaticales del castellano aquí», comenta Micaela. «Algunas llegamos con una escolaridad muy baja», asegura María del Carmen García, que lleva 18 años en este centro y afirma que a ella, y a las demás, les gusta «mucho» estudiar».
Estas mujeres se sientan en las sillas de las clases cada tarde y gracias a eso mantienen encendida la tecla de aprendizaje.
Pero en el centro Margarita Salas no sólo estudian las mujeres. También jóvenes a la búsqueda de «otra oportunidad» de sacarse el graduado y hombres que llegan al salir de trabajar para completar su formación. Aquí se reúnen todo tipo de vecinos.
Amplia oferta
La oferta formativa es muy amplia: graduado en secundaria; preparación de la prueba de acceso a ciclos formativos de grado superior o de la selectividad; talleres de arte y literatura, de nutrición y medio ambiente o de inglés; cursos sobre nuevas tecnologías y un larguísimo etcétera.
«Somos once profesores y, aunque los cursos y talleres están subvencionados por la Consejería de Educación del Gobierno regional, también colabora el Ayuntamiento de la localidad», explica la directora del centro, Montserrat Aguirre, que recuerda que las clases se imparten de tres y media de la tarde a nueve de la noche y son de cien minutos cada una. Uno de los platos fuertes de este centro son las enseñanzas no formales y que tienen que ver con el desarrollo de la persona a través de debates, las películas o la simple lectura de libros.
Se trata de un espacio de comunicación pública donde las mujeres no cumplen con los roles preestablecidos, sino que se explayan en sus propia identidad y se enorgullecen de conseguir verdaderos cerebros socráticos.
La mejor publicidad sobre esta escuela la hacen los propios alumnos. «En 23 años, este centro ha ido creciendo gradualmente, pero son los propios alumnos quienes lo han hecho crecer mediante el boca a boca», asegura Aguirre.
Con respecto a la dificultad que puede entrañar enseñar a personas mayores, Sebastián, el profesor más veterano de la escuela y secretario del centro, subraya que «la gente viene voluntariamente, por lo que no existen tantos conflictos como pudiera haberlos en un colegio. Aunque a veces tienes que repetir más veces las cosas. El objetivo último es que los alumnos consigan un itinerario educativo».
Y que lo hagan desde la ilusión que para todos ellos supone tener esta segunda oportunidad de aprender, como dice Oliva, para quien esta Escuela de Adultos «es como una casa: nos alimenta la cultura y la amistad y, aunque no existen dormitorios donde dormir, aquí tenemos muchos sueños».
Y están entusiasmadas. Al menos eso se desprende de sus rotundas manifestaciones. «Tras la muerte de mi marido, esta fue la mejor terapia», dice Carmen. «Soy italiana y aprendí las reglas gramaticales del castellano aquí», comenta Micaela. «Algunas llegamos con una escolaridad muy baja», asegura María del Carmen García, que lleva 18 años en este centro y afirma que a ella, y a las demás, les gusta «mucho» estudiar».
Estas mujeres se sientan en las sillas de las clases cada tarde y gracias a eso mantienen encendida la tecla de aprendizaje.
Pero en el centro Margarita Salas no sólo estudian las mujeres. También jóvenes a la búsqueda de «otra oportunidad» de sacarse el graduado y hombres que llegan al salir de trabajar para completar su formación. Aquí se reúnen todo tipo de vecinos.
Amplia oferta
La oferta formativa es muy amplia: graduado en secundaria; preparación de la prueba de acceso a ciclos formativos de grado superior o de la selectividad; talleres de arte y literatura, de nutrición y medio ambiente o de inglés; cursos sobre nuevas tecnologías y un larguísimo etcétera.
«Somos once profesores y, aunque los cursos y talleres están subvencionados por la Consejería de Educación del Gobierno regional, también colabora el Ayuntamiento de la localidad», explica la directora del centro, Montserrat Aguirre, que recuerda que las clases se imparten de tres y media de la tarde a nueve de la noche y son de cien minutos cada una. Uno de los platos fuertes de este centro son las enseñanzas no formales y que tienen que ver con el desarrollo de la persona a través de debates, las películas o la simple lectura de libros.
Se trata de un espacio de comunicación pública donde las mujeres no cumplen con los roles preestablecidos, sino que se explayan en sus propia identidad y se enorgullecen de conseguir verdaderos cerebros socráticos.
La mejor publicidad sobre esta escuela la hacen los propios alumnos. «En 23 años, este centro ha ido creciendo gradualmente, pero son los propios alumnos quienes lo han hecho crecer mediante el boca a boca», asegura Aguirre.
Con respecto a la dificultad que puede entrañar enseñar a personas mayores, Sebastián, el profesor más veterano de la escuela y secretario del centro, subraya que «la gente viene voluntariamente, por lo que no existen tantos conflictos como pudiera haberlos en un colegio. Aunque a veces tienes que repetir más veces las cosas. El objetivo último es que los alumnos consigan un itinerario educativo».
Y que lo hagan desde la ilusión que para todos ellos supone tener esta segunda oportunidad de aprender, como dice Oliva, para quien esta Escuela de Adultos «es como una casa: nos alimenta la cultura y la amistad y, aunque no existen dormitorios donde dormir, aquí tenemos muchos sueños».
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