Madres, maestras y hasta médicas

10 enero 2011

Sor Estéfana y sor María rompen el molde y la idea prefijada que todos tenemos de una monja. Ambas son toda una institución en Cabezón de la Sal donde durante medio siglo trabajaron en favor de los más necesitados del pueblo. Actualmente, sor Estéfana y sor María viven en la Residencia Sagrada Familia de Carrejo, un centro cuya transformación han seguido muy de cerca. Ellas conocen bien la historia de la actual residencia que en los años treinta era un asilo-hospital en el que se daba cobijo a los pobres y tomaban sus primeras lecciones los niños del pueblo. Estas dos monjas dejaron una parte de sus vidas entre aquellas paredes.


Hace setenta y cinco años, Sor Estéfana llegó a Cabezón de la Sal desde Madrid después de «escuchar la llamada del Señor». Veinte años más tarde llegó Sor María. Y entre las dos y con la ayuda de otras tres reeligiosas de las Hijas de la Caridad, se pusieron manos a la obra. «Cuando se fundó el asilo había doce ancianos y cerca de doscientos niños. Teníamos que trabajar la tierra para poder darles de comer», recuerdan.

Sor Estéfana habla rápido y sin parar. Tiene 96 años y utiliza un andador, al que ella llama 'mi coche' para poder moverse. Entre frase y frase, Sor María, de 95 años, la interrumpe para participar en la conversación. Han pasado su vida ayudando a los más necesitados y, «por eso el pueblo nos quiere», aseguran. Aunque admiten que fueron los más humildes quienes les ayudaron a ellas durante la Guerra Civil. «Cuando vinieron a pedirnos cuentas no nos hicieron nada porque éramos lo único que tenían los pobres del pueblo», subrayan.

Durante medio siglo, sor María sor Estéfana fueron un poco madres, profesoras, hermanas e incluso médicas de muchos de los vecinos de Cabezón. «Cuando alguien se ponía enfermo en el pueblo me llamaban a mí para que fuera con mi botiquín», recuerda Sor María. Además, asegura Sor Estéfana, «casi todos los enfermos me esperaban para morir».

Hija adoptiva

Cuando ahora pasean por los jardines de la Residencia de la Sagrada Familia de Carrejo recuerdan que esta tierra fue su sustento durante muchos años. «Teníamos conejos, gallinas, vacas.». Sor Estéfana habla de estos recuerdos sin parar, como si temiera que algo se le olvidará o no le fuera a dar tiempo a contarlo todo. Repite una y otra vez la misma frase con asombrosa convicción: «Era feliz entonces y soy feliz ahora».

La Corporación de Cabezón de la Sal reconoció en 1998 la labor de Sor Estéfana a quien nombró Hija Adoptiva. «Hemos trabajado con el pueblo y el pueblo lo ha agradecido», reconoce con cariño.

«Para ayudar a los demás a veces tenías que poner buena cara aunque estuvieras mal por dentro y en vez de acostarte a las nueve de la noche, no te podías ir a dormir hasta la una de la madrugada», reconoce Sor María quien pese a su edad sigue, a su manera, trabajando por los demás. Sor Araceli, la madre superiora de la residencia de Carrejo lo confirma. «Ellas continúan su labor porque siempre preguntan si hay algún anciano enfermo para rezar por él».

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