Más de 25 años han transcurrido desde que se creara el Parque natural de
Oyambre. Y desde entonces el proceso de degradación de este espacio
protegido no ha dejado de manifestarse como resultado de su nefasta
gestión a pesar de las numerosas denuncias, concentraciones, campañas y
escritos de organizaciones en defensa del medio ambiente y de los
propios vecinos afectados que, simultáneamente, han venido presentando
alegaciones, propuestas y requerimientos para el desarrollo de la propia
normativa del Parque y el cumplimiento de las sentencias contrarias a
los impactos y agresiones que se han venido produciendo en distintos
lugares de su interior sin haber recibido respuesta alguna.
La
síntesis de este balance –del que son responsables la Consejería de
Agricultura y la Dirección General de Montes y Conservación de la
Naturaleza con competencias directas, el resto de las Consejerías,
Ayuntamientos y Demarcación de Costas presentes en el Patronato, en sus
capítulos más concretos– no puede ser más desastrosa y
desesperanzadora: No se ha elaborado un régimen de subvenciones y
ayudas a vecinos y municipios del Area de Influencia Socioeconómica con
programas específicos para crear empleo, investigadores, guardería y
guías con convocatorias públicas, mejorar equipamientos, servicios e
infraestructuras, modernizar con aprovechamientos sostenibles las
actividades agroganaderas, pesqueras y forestales, o implantar
industrias de transformación con tecnologías blandas y Marca de Calidad
del espacio protegido; se ha autorizado el arranque de los campos de
algas, se destruyen los hábitats de las especies marinas, se impide su
capacidad de regeneracion natural y se discrimina a los recogedores
tradicionales de las algas de arribazón; se han opuesto a la
declaración de Area Marina Protegida a la franja litoral del Parque; se
ha ignorado un Plan de Corrección y Rehabilitación de impactos
ambientales y sobre el paisaje con retranqueos generalizados de
instalaciones e infraestructuras en la franja marítimo-terrestre o
aquellas áreas expuestas a la subida del nivel del mar y los efectos del
cambio climático; se siguen tolerando vertidos, desecaciones y
ocupaciones privadas en arroyos y zonas húmedas en torno al
aparcamiento de Oyambre y las marismas de Los Llaos y Merón y se
mantienen los recursos ante el Supremo para construir unas variantes que
están causando ya daños irreversibles; o se mantiene el uso deportivo
del golf de Oyambre en vez de devolverlo a la titularidad pública,
restituir el sistema dunar a su estado natural y protegerlo mediante el
desmantelamiento urgente del dique de la marisma de Zapedo y el arroyo
Capitán, tal como se ha vuelto a reclamar particularmente en la
concentración del pasado sábado;
Por otra parte, se
continúa aplazando indefinidamente la ejecución de las sentencias
firmes sobre el desmantelamiento de la escollera del Pájaro Amarillo,
el camping de El Rosal, el Polideportivo de San Vicente, la
regeneración de las infraestructuras de la ilegal urbanización de Santa
Marina o la eliminación de las plantaciones de eucaliptos en las
marismas de Zapedo, la Rabia, Pombo y Rubín; se consiente e impulsa la
degradación urbanística, ambiental y del paisaje en San Vicente de la
Barquera con las elevadas densidades de viviendas en los escenarios más
frágiles de la villa y su entorno, con la consolidación del
macroparcamiento de La Barquera, las viviendas de La Argolla y el
hacinamiento residencial de Las Tenerías y Las Calzadas, con los
proyectos inmobiliarios sobre el solar de Albo, y con la construcción
del nuevo puerto deportivo en el interior de la ría, entre otros
impactos; se tolera el abandono de relevantes testimonios del patrimonio
Cultural como la Casa del Pozo o el Lazareto de Abaño; y se deteriora
progresivamente el patrimonio Natural del Monte Corona con las
plantaciones masivas e indiscriminadas de pinos y eucaliptos o las talas
a matarrasa.
Pero si graves son estos testimonios sobre la
devaluación de los atractivos económicos, turísticos, ambientales y
paisajísticos de Oyambre más condenable es todavía el grado de
inseguridad jurídica, la falta de diálogo y el desprecio a los
procedimientos básicos y elementales de participación ciudadana de un
régimen democrático y un Estado de Derecho que representa el hecho de no
haberse convocado desde hace más de dos años el Patronato del Parque en
abierto desafio a las leyes que establecen la obligatoriedad de
informar preceptivamente “las disposiciones normativas que afectan al
ámbito de la Ley4/1988, para proponer, en su caso, las medidas que
considere oportunas para la conservación, mejora y conocimiento del
Parque Natural y para el desarrollo económico y social de la zona,
dentro, también, entre otras funciones regladas, de informar
preceptivamente sobre cualquier clase de actuaciones, trabajos, obras,.
aprovechamientos, planes de investigación, inversiones territoriales y
urbanísticas, o formación y revisión de los instrumentos de
planeamiento urbanístico de los municipios que forman parte del Parque
Natural”.
Funciones de las que ha sido marginado el Patronato
convertido en mudo testigo de la desgobernación del Parque para que las
distintas Administraciones implicadas –Consejerías, Ayuntamientos y
Ministerios– tengan las manos libres en la elaboración de leyes –algunas
tan relevantes como los instrumentos de planeamiento que pretenden
aprobar los Ayuntamientos de Comillas, Valdáliga o San Vicente de la
Barquera o el impacto de las modificaciones de la Ley del Suelo, el Plan
de Ordenación del Litoral o la mayor “flexibilidad” en las
construcciones en suelo rústico– y el reparto arbitrario de partidas
presupuestarias. Razones suficientes para requerir la intervención de la
Fiscalía del TSJC, anular las decisiones tomadas por los gravísimos
vicios de procedimiento, y retrotraer a sus inicios cuantas actuaciones
se hayan desarrollado sin haberse cumplido la normativa vigente.
Por: Emilio Carrera.
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