Las alcaldesas reclaman una mejora de la conciliación laboral

03 julio 2011

La igualdad entre el hombre y la mujer sufrió un duro varapalo en las últimas elecciones municipales. La paridad en las listas electorales -una proporción del 60/40 cada cinco puestos- no sólo fue incapaz de aumentar la representación de la mujer en las Alcaldías de Cantabria; sino que en diez de las Corporaciones no salió ni una concejala. «¿Para qué sirve la Ley de Igualdad si en 102 ayuntamientos sólo hay ocho alcaldesas?», se pregunta María Antonia Cortabitarte (Medio Cudeyo). Junto a ella, otras siete mujeres tendrán la responsabilidad de empuñar el bastón de mando y defender el protagonismo político de la mujer.

Así las cosas, las mujeres han perdido Alcaldías en Torrelavega, Ampuero, Molledo y Santiurde de Reinosa. «No lo analizaría como un hecho aislado, sino en la globalidad de los resultados electorales. Había muchas mujeres encabezando listas pero no han salido elegidas», afirma la alcaldesa de Comillas, María Teresa Noceda. Lo cierto es que sólo se produjo un incremento del 5% sobre las listas lideradas por mujeres.
La regidora de Cabezón de la Sal, María Esther Merino, se muestra sorprendida: «Esperaba que cada legislatura creciera el número de alcaldesas, pero a tenor de lo sucedido pienso que los partidos lo tendrán en cuenta en la siguiente ocasión». En esa misma línea intervencionista se sitúa María del Mar Iglesias (Limpias): «Muchos piensan que los cargos políticos deben ocuparse con la gente más válida, y en parte estoy de acuerdo; pero también hay que impulsar la participación de la mujer».
Sin embargo, la mayoría de ellas son partidarias de premiar las aptitudes por encima del género. Mercedes Toribio (Los Corrales de Buelna) opina que «la paridad no se puede imponer» y argumenta que deberían ser «las personas que tienen capacidad y disponibilidad, las que tendrían que asumir las responsabilidades». «No me parece bien que, por ley, las listas se rellenen con mujeres que muchas veces van forzadas», asegura.
«Los regidores tienen que ser los mejores. No me preocupa si son hombres o mujeres», añade la nueva alcaldesa de Santoña, Milagros Rozadilla. «Cuando un partido elabora una lista electoral nombra a la persona más capacitada, independientemente del sexo». Y utiliza el ejemplo de su equipo de Gobierno para probar su argumento: «Al igual que en la legislatura anterior, somos más mujeres que hombres, y no creo que sea un caso especial», dice Rozadilla. No es especial porque no es el único, pero sólo son tres entre un centenar de municipios: Limpias, Los Tojos y Arenas de Iguña.
Belén Ceballos es precisamente la alcaldesa de uno de esos tres municipios: Los Tojos, y su visión ofrece la perspectiva de la mujer que gobierna un pequeño municipio del interior. «Hablo de lo que conozco, que son los pueblos -dice- y en ellos es muy difícil que la mujer, además de la casa, el marido, los hijos y el trabajo, se pueda ver a sí misma en el Ayuntamiento».
Ella fue la primera concejala de Los Tojos y todavía recuerda los reproches que despertaron sus aspiraciones políticas: «La primera vez que me presenté, las mujeres mayores del pueblo me decían que adónde iba pidiendo los votos de la gente», dice Ceballos. «Ahora ya somos cuatro concejalas y las mujeres del pueblo están orgullosas de nosotras». A pesar de esa «evolución ejemplar», la regidora de Los Tojos experimenta de vez en cuando la extraña sensación de sentirse una intrusa en su propio Ayuntamiento. «El mundo de la política sigue siendo un mundo de hombres», lamenta. «A veces parece que tenemos que pedir perdón por gobernar y que deberíamos estar en casa fregando los cacharros».
La difícil conciliación 
 
Las ocho alcaldesas ponen nombre y apellidos a la principal barrera que se interpone entre la mujer y la política: la conciliación de la vida laboral y familiar. «Puede parecer que no, pero el puesto de madre es más complicado que el de padre», afirma Almudena Gutiérrez (Villaescusa). «Las mujeres tenemos más dificultades para conciliar la vida familiar y laboral, pero nada es imposible: es una cuestión de organización».
María Antonia Cortabitarte, madre de tres niñas, se muestra muy sensible con el problema: «Se te cae el alma a los pies cuando llega la fiesta de fin de curso o la de navidad y no puedes ir». En ese momento, la más pequeña entra en la habitación y le hace una señal de tiempo muerto, como si quisiera subrayar las palabras de su madre, que lleva todo el día fuera de casa y todavía tiene que regalar un poco de su tiempo a los medios.
Esther Merino se muestra crítica con la manera en que se relacionan conciliación e igualdad. «Las mujeres nos involucramos menos en política porque asumimos otro tipo de cargas, como la familia o el trabajo. Siempre tenemos que depender de nuestro entorno, y aunque se han puesto en marcha distintas medidas, todavía es muy complicado», lamenta. Una opinión que comparte la alcaldesa de Comillas: «La conciliación familiar es básica y la corresponsabilidad en las tareas familiares, también; en la teoría parece fácil, pero en la práctica es muy difícil porque fallan las medidas de apoyo».
Para Milagros Rozadilla (Santoña) son las propias mujeres que ostentan los cargos políticos quienes tienen que intentar alcanzar la plena conciliación. «Tenemos que aportar nuestra visión particular de la conciliación. Las alcaldesas también llevamos el peso de la actividad familiar, y eso nos tiene que servir para trasladar a la ciudadanía, a través del Ayuntamiento, la necesidad de que la conciliación sea real y no sólo marketing», esgrime.
La visión femenina 
 
Todas comparten la responsabilidad de dejar huella en la Alcaldía y defienden las aportaciones que hacen como mujeres a sus Ayuntamientos. «Aportamos nuestra visión del mundo: cómo vemos los problemas y como los resolvemos. En definitiva, la mujer aporta su experiencia femenina y enriquece la visión masculina», subraya Teresa Noceda.
Mercedes Toribio (Corrales de Buelna) también ve diferencias en la manera de gestionar los recursos: «Estamos más acostumbradas a administrar y racionalizar, a buscar otras prioridades marcadas por la sensibilidad femenina». ¿Significa eso que el país funcionaría mejor con una presidenta en el Gobierno? Las opiniones se dispersan. «A veces me pregunto si una presidenta tendría algún condicionante por el hecho de ser mujer, y creo que sí», dice María del Mar Iglesias. No parece que su tesis se vaya a poder comprobar en un futuro cercano, por más que, para Esther Merino, sería «el máximo colofón para la integración de la mujer».

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