La mazmorra turística

14 agosto 2011

El Ayuntamiento de Cabezón de la Sal se ha propuesto convertir el calabozo del siglo XVIII que se encuentra en los bajos del Edificio de la Torre -un espacio de 20 metros cuadrados donde tantos presos aguardaron antaño su destino- en un reclamo turístico al que sacar provecho. Al menos esa es la idea que quiere llevar a la práctica el concejal de Turismo, Gustavo González, que pretende poner en valor la mazmorra y los recuerdos que encierra.

«Quiero darle un impulso a este lugar», dice el edil mientras prende una vela que alumbrará tan tétrico lugar. Sus paredes de piedra, la humedad y la ausencia de luz, transmiten una inquietante sensación de claustrofobia.
«Durante la Guerra Civil Española traían aquí a los presos que luego eran juzgados en San Vicente. Su estancia podía prolongarse durante meses», dice la guía turística. Luego, Claudia explica las características de un edificio construido por la familia de la Vega en el siglo XV. «Es una torre medieval que se construyó para consolidar el control del territorio». 
La puerta de entrada al calabozo tiene una pequeña reja «para que el alguacil pudiera ver lo que sucedía afuera», explica el concejal, que con «afuera» se refiere a los soportales desde donde el resto de cuarteleros custodiaban la mazmorra. «La gente cuando viene se sorprende de que aquí haya un sitio así», asegura Claudia. «Y de las condiciones en las que vivían los presos», apostilla González.
«Los presos eran, casi siempre, padres de familia que trabajaban la tierra y no tenían dinero», añade. «Era la única dependencia donde podían arrestar a los presos porque por aquel entonces no había cuartel de la Guardia Civil».
Yolanda, una vecina del pueblo, recuerda cuando pasaba por ahí de pequeña: «Veíamos a los presos a través de una pequeña ventana con rejas». Por esa misma ventana los familiares debían llevarles comida, agua y ropa de abrigo.
Características
 
Los barrotes de la ventana son hoy cuatro líneas oxidadas y la paja sobre la que dormían los reos ha desaparecido. El espacio se compone, además, de dos únicas dependencias: el calabozo, con su bóveda de cañón rebajado y muros de tres metros de grosor, y el cuarto del alguacil. «En este cuarto no había nada, sólo cubos y fregonas», señala González, quien afirma, además, que fue él quien en 2005 se ocupó de amueblar este espacio con mobiliario antiguo y de hablar con historiadores. El resultado es un cuarto con una mesa y una silla en miniatura, candelabros y hasta un posadero de llaves antiguas. 
«El lugar donde está situado este edificio es la ruta de los Foramontanos que antes era el camino real donde se hacían tasaciones», explica el edil de Turismo mirando a la calle a la que se refiere, ahora transitada de coches.
Dice el concejal que ese lugar es «muy visitado», que casi todos los días «viene algún turista» y que la mayoría de ellos se marcha con «una sensación angustiosa» que aumenta al ver la vieja horca que se utilizaba «para torturar a los reos». Toda una recreación, sin duda, para un lugar que el Ayuntamiento quiere «impulsar como un reclamo turístico más de Cabezón de la Sal, también volcado con la difusión del 'Museo del Traje Regional', que podrá empezar a visitarse a partir del próximo día 19 de agosto, y 'El Poblado Cántabro'.

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