El Ayuntamiento de Cabezón de la Sal se ha propuesto
convertir el calabozo del siglo XVIII que se encuentra en los bajos del
Edificio de la Torre -un espacio de 20 metros cuadrados donde tantos
presos aguardaron antaño su destino- en un reclamo turístico al que
sacar provecho. Al menos esa es la idea que quiere llevar a la práctica
el concejal de Turismo, Gustavo González, que pretende poner en valor la
mazmorra y los recuerdos que encierra.
«Quiero darle un impulso a este lugar», dice el edil
mientras prende una vela que alumbrará tan tétrico lugar. Sus paredes de
piedra, la humedad y la ausencia de luz, transmiten una inquietante
sensación de claustrofobia.
«Durante la Guerra Civil Española traían aquí a los
presos que luego eran juzgados en San Vicente. Su estancia podía
prolongarse durante meses», dice la guía turística. Luego, Claudia
explica las características de un edificio construido por la familia de
la Vega en el siglo XV. «Es una torre medieval que se construyó para
consolidar el control del territorio».
La puerta de entrada al calabozo tiene una pequeña reja
«para que el alguacil pudiera ver lo que sucedía afuera», explica el
concejal, que con «afuera» se refiere a los soportales desde donde el
resto de cuarteleros custodiaban la mazmorra. «La gente cuando viene se
sorprende de que aquí haya un sitio así», asegura Claudia. «Y de las
condiciones en las que vivían los presos», apostilla González.
«Los presos eran, casi siempre, padres de familia que
trabajaban la tierra y no tenían dinero», añade. «Era la única
dependencia donde podían arrestar a los presos porque por aquel entonces
no había cuartel de la Guardia Civil».
Yolanda, una vecina del pueblo, recuerda cuando pasaba
por ahí de pequeña: «Veíamos a los presos a través de una pequeña
ventana con rejas». Por esa misma ventana los familiares debían
llevarles comida, agua y ropa de abrigo.
Características
Los barrotes de la ventana son hoy cuatro líneas oxidadas
y la paja sobre la que dormían los reos ha desaparecido. El espacio se
compone, además, de dos únicas dependencias: el calabozo, con su bóveda
de cañón rebajado y muros de tres metros de grosor, y el cuarto del
alguacil. «En este cuarto no había nada, sólo cubos y fregonas», señala
González, quien afirma, además, que fue él quien en 2005 se ocupó de
amueblar este espacio con mobiliario antiguo y de hablar con
historiadores. El resultado es un cuarto con una mesa y una silla en
miniatura, candelabros y hasta un posadero de llaves antiguas.
«El lugar donde está situado este edificio es la ruta de
los Foramontanos que antes era el camino real donde se hacían
tasaciones», explica el edil de Turismo mirando a la calle a la que se
refiere, ahora transitada de coches.
Dice el concejal que ese lugar es «muy visitado», que
casi todos los días «viene algún turista» y que la mayoría de ellos se
marcha con «una sensación angustiosa» que aumenta al ver la vieja horca
que se utilizaba «para torturar a los reos». Toda una recreación, sin
duda, para un lugar que el Ayuntamiento quiere «impulsar como un reclamo
turístico más de Cabezón de la Sal, también volcado con la difusión del
'Museo del Traje Regional', que podrá empezar a visitarse a partir del
próximo día 19 de agosto, y 'El Poblado Cántabro'.
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