¿Existe el Parque Natural de Oyambre?

23 junio 2012

  
 Ha transcurrido ya un año desde que el actual gobierno de Cantabria tomase  posesión de sus funciones. Y siendo  comprensivos con los difíciles tiempos que atravesamos dejamos pasar los 100 días de cortesía a la espera de algún destello, siquiera fugaz, sobre la naturaleza de las políticas ambientales y, en concreto, sobre el futuro de los espacios protegidos. Pero han transcurrido ya casi un año y nada sabemos de iniciativas y planteamientos destinados a  corregir las profundas lagunas de gestión, neutralizar los numerosos impactos sobre el paisaje y los valores ambientales o dinamizar, de forma sostenible, sus áreas de influencia socioeconómica o los sectores productivos locales. Y en este aspecto, lo que ocurre en Oyambre es paradigmático del desinterés del Gobierno de Cantabria sobre uno de los tramos más singulares de la costa cantábrica –dentro del espejismo o realidad virtual en que se han convertido los espacios protegidos en Cantabria– aunque aún estemos a tiempo de  lograr el equilibrio entre las rentabilidades económicas, sociales y  ambientales en el mantenimiento y el aprovechamiento de sus recursos.

   Pero lamentablemente, en la forma y el contenido, la gestión de Oyambre sigue batiendo los récords del despropósito, camino de superar la nefasta trayectoria  de los gobiernos anteriores desde que en 1988 se declarase Parque Natural: Primero, porque en una inconcebible falta de educación –ya no política sino simplemente cívica y olvidándonos de eso que llaman participación ciudadana o Consejos  sectoriales borrados del mapa por este gobierno de autosuficientes–y de respeto a sus integrantes,  la Consejería de Ganadería  (y lo que pueda quedar de la Dirección General de  Biodiversidad o de la llamada de Conservación de la Naturaleza) ha ignorado absolutamente al Patronato al que no ha convocado tal como exige la Ley para, al menos, presentarle a los nuevos órganos rectores, incluyendo al propio director-conservador del que desconocemos su perfil, sus méritos o sus proyectos a estas alturas; o para siquiera hacer el enunciado básico de las iniciativas o criterios de gestión que podrían presidir esta nueva etapa suscribiendo, de manera efectiva, la Carta de Aalborg, la Agenda 21, la Red Natura 2000 o el Convenio Europeo sobre el Paisaje, como declaración de intenciones o incorporando las Tina Menor y Mayor al Parque, declarando alguna Reserva marina o Monumento Natural...

   En segundo lugar, porque, como consecuencia de este paradero desconocido en que se encuentran los órganos de participación y gestión del Parque, no es extraño que los numerosos litigios – golf y dunas de Oyambre, variantes de Los Llaos y Merón, viviendas de La Argolla, Monumento, escollera y chalets del Pájaro Amarillo, ocupaciones privadas, rellenos y vertidos en torno a los aparcamientos de Oyambre y Merón, ejecución de sentencias sobre el desmantelamiento del camping El Rosal, Sta Marina y el Polideportivo...– carezcan de pronunciamiento oficial alguno como si, de esta forma, los problemas que están originando se resolvieran por sí solos.

  En tercer lugar, porque el Patrimonio Natural y Cultural sigue deteriorándose ante la indiferencia del Gobierno, las Consejerías competentes –Ganadería y Medio Ambiente–, la  dirección del Parque y los Ayuntamientos. El relato es interminable: la degradación del Monte Corona –donde la Casa del Guarda sigue infrautilizada y la Casa de los Ingenieros en obras con un coste escandaloso para frenar un deslizamiento de ladera derivado de talas a matarrasa, deforestación y pistas de explotación forestal– con la invasión masiva de pinos y eucaliptos; la práctica ruina del Lazareto de Abaño –donde aún resisten milagrosamente unas excepcionales pinturas al fresco sobre temas marineros–; las Colonias de la Institución Libre de Enseñanza –con ese Centro Europeo de Biología Marina en “la colina de los chopos”– de las que sigue sin saberse nada a pesar de las repetidas promesas en recuperarlas–; el timo de la Casa del Pozo como Centro de Interpretación –y el de las sedes complementarias en Trasvía, Monte Corona, antiguo club del campo de golf sobre la Torre de Ballenas, en Val de San Vicente...– después de haber asistido impasibles al destrozo de las hileras arboladas centenarias de la carretera a La Acebosa y sin respetar las colas de marisma y la conexión con la Autovía;  el olvido de la batería de Ubiembre como mirador panorámico; la falta de sensibilidad en luces y tratamiento de los valiosos  paisajes y micropaisajes con los pésimos diseños de los puentes sobre La Rabia y Zapedo, con las inundaciones del puente republicano de Ríoturbio, con las plantaciones de eucaliptos y los diques en las rías de Pombo y Rubín o el contacto de sus marismas con los ríos Escudo y Gandarillas...–; las carencias en la protección específica de las cuencas visuales más importantes por su profundidad y perspectivas en costa, playas, marismas y acantilados o sobre los ejes fluviales de ríos y arroyos, rotos sus horizontes por los efectos pantalla de plantaciones de crecimiento rápido o con diseños de infraestructuras inadecuados....

  En cuarto lugar, porque los presupuestos, inversiones y programas para la creación de empleo –con sus correspondientes concursos abiertos basados en el mérito, la capacidad y la publicidad– han brillado, también, por su ausencia al carecer de compromisos y consignaciones presupuestarias, líneas de subvenciones garantizadas a los Ayuntamientos y particulares, creación de Marcas o denominaciones de origen y calidad agroecológicas, pesqueras y turísticas asociadas a Oyambre....

   Y en quinto lugar,  porque nada se ha informado –ni al Patronato ni al público en general– sobre la posición de la dirección del Parque sobre el PGOU de San Vicente de la Barquera y el impacto y el despilfarro del macroparcamiento de La Barquera –sin la elaboración previa de un Plan de Movilidad concreto– o el que pretende rematarse con el puerto deportivo en el interior de la ría, sobre los  agresivos proyectos en Boria-Santillán o el hacinamiento de Las Calzadas, y sobre el casco viejo y sus entornos inmediatos, necesitados de mejora de una escena urbana muy deteriorada en las últimas décadas, para convertir a San Vicente en un modelo de urbanismo sostenible, de conservación de los valores ambientales, y de una más respetuosa relación con el excepcional paisaje en que se inserta.

Emilio Carrera. Representante de los grupos ecologistas y conservacionistas de Cantabria en el Patronato del Parque Natural de Oyambre.

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