El significado sociocultural del Premio Cabuérniga

24 agosto 2012

El premio Cabuérniga de Investigación sobre Culturas Rurales y Marineras, organizado y patrocinado por la Revista Cantárida de Cabezón de la Sal, ha alcanzado su XX Edición desde su creación en 1993. Una iniciativa surgida al amparo del Festival Cabuérniga-Música de los Pueblos del Norte, desaparecido en 2001 tras 15 años de fructífero protagonismo en la música tradicional y folk, y de una publicación comarcal –la más antigua de Cantabria en su periodicidad mensual– que en 2013 celebrará su XXX Aniversario.

El Premio Cabuérniga tiene como objetivo estimular los culturas rurales y marineras, revalorizar la originalidad y calidad de las investigaciones y propuestas de dinamización, y contribuir a la difusión, exaltación y conservación de sus valores etnográficos, ambientales, musicales, económicos, socio-culturales, geográficos, históricos y artísticos.
Durante dos décadas, y a pesar de las dificultades económicas, el sectarismo institucional y la indiferencia –cuando no el boicoteo y marginación– de entidades y sectores que no han asumido compromiso alguno con nuestras iniciativas, el Premio Cabuérniga ha mantenido una continuidad editorial con una veintena de títulos –que forman parte de la exposición bibliográfica abierta en el Centro de Estudios Rurales de Cabezón de la Sal– en un contexto de decadencia progresiva de los hábitos de lectura sobre textos impresos –sustituídos por unos soportes digitales cada vez más contaminados de telegramas, epitafios e incompetencia escrita por la superficialidad, dispersión, velocidad, pensamiento fulminante y negación del esfuerzo necesario y sostenido para convertir la información en conocimiento y sabiduría– que hacen aún más meritoria y necesaria su trayectoria para estimular los aprendizajes y la reflexión cultural en su sentido más amplio, meditado, crítico y participativo.
Una trayectoria preocupada, entre otras cosas, por liberar a las culturas rurales y marineras de su vocación de puros escenarios recreativos para las desbandadas, el reposo o la diversión de los habitantes de las áreas urbanas; de convertirlas en refugios ensimismados de vida lánguida o escondida; o de acabar siendo remedos estereotipados y clónicos de hacinamiento urbanistico, degradación paisajística, deterioro ambiental, y desarrollo insostenible, en vez de ser la alternativa a planteamientos depredadores que deberían aprender de estos espacios tradicionales –con sus limitaciones, con sus problemas específicos, con sus hipotecas y atrasos en tantos aspectos– el mayor respeto y compatibilidad con la naturaleza y el paisaje, los aprovechamientos endógenos y ecológicos de sus recursos, su austeridad frente al consumismo y el despilfarro, sus ritmos sosegados y parsimoniosos frente al vértigo, el automatismo y el estrés de sociedades supuestamente más avanzadas, y su énfasis en los vínculos de solidaridad y proximidad –por más que padezcan, también, de la ferocidad de la vida cotidiana, y de los infiernos pequeños y los horizontes cerrados de sus microcosmos particulares– frente a la deshumanizada competitividad del mundo actual.
En este sentido, recordamos la reciente publicación del XIX Premio Cabuérniga “Saja, territorio de los sentidos”, de Nacho Zubelzu, un original recorrido literario y artístico por la fauna y flora del Parque Saja-Besaya con 100 dibujos de especies representativas, un formato de síntesis entre el poema visual y el cuaderno de campo, y una interacción entre textos e imágenes con la dimensión estética y didáctica de un diario de viaje, imprescindible en cualquier estrategia de educación ambiental o acercamiento a la naturaleza.
No olvidamos, por otro lado, la Mención de Honor, “Población y asentamientos en un espacio de poblamiento ultradisperso: El alto valle del Pas”, de Bárbara Quevedo de Celis, un análisis de los condicionamientos geográficos y bioclimáticos en la organización del territorio pasiego, con las implicaciones ambientales, sociales y turisticas de los nuevos aprovechamientos y su diversificación funcional; un trabajo que no se ha editado por la falta de apoyos y que, confiamos, publicarla en el futuro.
Por último, queremos felicitar a los ganadores de la XX Edición, de forma conjunta, Miguel Angel Sánchez por “Cabuérniga en el s.XVIII. Sociedad y Economía”, con la caracterización de Ruente, Cabuérniga y Los Tojos, según el Catastro de Ensenada; y Ramón Bohígas –coordinador del grupo de alumnos del IES Valle del Saja, Lara Bárcena, Adrián Díaz, Angel Di Gleria, Anjara Merino, Carlos Sáiz, Alberto Salces y Amaya Sánchez– con “El itinerario de Carlos I de Treceño a Cabuérniga en 1517”, un preciso recorrido del primer viaje a España con Laurent Vital y la identificación de los escenarios e infraestructuras que jalonaron su ruta con especial atención a la utilización pedagógica y didáctica de sus contenidos y significaciones históricas; destacamos, también, la Mención de Honor a “El ovillo y la lana: Un ensayo metodológico de caminería histórica en el valle de Lamasón (Cantabria)”, de Alberto Ansola Fernández, por la minuciosa descripción de su red viaria, los caminos locales y sus conexiones supramunicipales, dentro del ámbito científico de la geografía histórica del paisaje; y mostramos nuestra satisfacción por la calidad y rigor del resto de los trabajos presentados y, particularmente, de los suscritos por Mario Corral García sobre el escritor Manuel Llano por su contribución al más profundo conocimiento de su vida y obra, y por Zaida Hernández Rodríguez por “Las Rondas de Mozos en el Valle del Saja”, un singular estudio sobre los orígenes, la evolución y la importancia de la actividad y el significado de sus repertorios y funciones socioculturales.

Emilio Carrera. Revista Cantárida. Organizadora y patrocinadora del Premio Cabuérniga de Investigación sobre Culturas Rurales y Marineras.

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