Hippies y moteros animaron este fin de semana el comienzo
de las fiestas en Cabezón de la Sal, donde la apertura de un mercado de
aquella época -los años 60, 70 y 80- y la 'quedada' de más de cien
motoristas a bordo de sus espectaculares vehículos hicieron las delicias
de los vecinos y visitantes de la villa.
El sábado tuvo lugar el espectacular desfile de hippies, en
el que los participantes fueron vestidos con los atuendos típicos de la
época y a bordo de un viejo Seat 600. Ese día no había casi
aparcamientos en Cabezón. «El pueblo está lleno», se escuchaba. Y lo
estaba. El mercado de los sábados, el mercado Hippie, las casetas de
pinchos y las actuaciones musicales fueron, en suma, un gran reclamo.
Por la villa brillaban los colores ochenteros. Hubo
talleres, pasacalles, espectáculo de fuego y mucho más. En el mercado
Hippie, de todo. Desde collares de arcilla hechos a mano hasta
monederos. Aunque la gente miró más de lo que compró. «Hay mucho
ambiente y el tiempo de momento acompaña», decía el sábado Agustín,
apostado tras uno de los puestos del mercado hippie. «Yo hago mojitos y
mi mujer vende los bolsos y las carteras de piel hechos a mano por los
dos», explicaba. Flores y pañuelos en el pelo y, de fondo, los
incomparables sones de 'Stand by me'.
«La gente pasa y mira, pero compra poco», explicaban los dueños de otro puesto, La Alberca, que vinieron de Salamanca.
Además del mercado, la localidad también albergó el sábado
el X Encuentru de Rabelistas, que se celebró durante toda la jornada en
la carpa del parque Conde San Diego. Ya por la tarde, las casetas
de pinchos volvieron a llenarse y la gente salió a la calle para seguir
disfrutando de sus fiestas.
Y motos
Y ayer, domingo, un centenar de motocicletas estacionaban
en la carpa del parque Conde San Diego para participar en la II Quedada
Motera en familia que tuvo lugar en Cabezón de la Sal y en el que se
reunieron moteros de toda Cantabria. Fue uno de los eventos que forman
parte del programa de fiestas que se celebran estos días en el
municipio. Los moteros madrugaron ayer para tomar el café de bienvenida
en la carpa del parque. Desde primera hora se empezaron a ver las chupas
de cuero y las botas de punta, aunque fueron sus motos, eso sí, las
protagonistas. Cada una de marca y de un color. Así hasta cien.
A las once de la mañana, los moteros partieron hacia
Puentenansa, pasando por Saja, Val de San Vicente y San Vicente de la
Barquera. «Sólo paramos a picar algo en Puentenansa», explicaba ayer
Ángel González, uno de los participantes. Después, vuelta a la carpa del
Conde San Diego para disfrutar de una apetitosa paellada en lo que
definieron como una «comida de hermandad, de motos, familia y amigos». Y
es que al almuerzo no sólo asistieron los moteros sino también sus
familiares. Con el sol, que no abandonó a estos aficionados en todo el
día, cantaron, bailaron y realizaron diversos juegos organizados tanto
para los mayores, como para los niños, que también los hubo.
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