El
Día del Pilar en Cabezón de la Sal te despiertan los campanos. El
sonido se mete en las casas de los vecinos y les 'arrastra' a las
ventanas para ver pasar a las vacas tudancas. De ellas es la calle, y la
fiesta. Hasta el sol salió este sábado para verlas. Ellas lo saben, y
de vez en cuando alguna se sale del redil y apunta con los cuernos los
escaparates de las tiendas que custodian su desfile hacia las praderías
de Ontoria, donde luego pasarán toda la mañana y parte de la tarde,
hasta la pasá, que es después de comer. Entonces, los vecinos abren más
los ojos más desde las ventanas. Les encanta.
A las doce de la mañana de de este sábado aún seguían
pasando vacas camino de Ontoria. Los criadores llevan tres generaciones
encima, el abuelo, el hijo y el nieto. Entre todos condujeron a las
tudancas palo en mano hacia la campa, donde se celebró la XXXV Edición
de la Olimpiada del Tudanco, organizada por el Ayuntamiento con la
colaboración de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Autóctono
de Raza Tudanca y el patrocinio del Ministerio de Agricultura y Medio
Ambiente, así como de la Consejería de Ganadería del Gobierno de
Cantabria.
Mercado
Este sábado se dieron las condiciones perfectas para la
fiesta: sábado y sol. Por eso los puestos de la feria se llenaron.
Mareas de gente que subía y bajaba. Los restaurantes con cocido montañés
y carne de vaca estofada en el menú. Las terrazas abarrotadas de
cervezas y gafas de sol. "Como el Día de La Montaña, pero sin traje
regional", decía Sara Tirado, de Torrelavega. "Nunca me lo pierdo. La
gente sale desde primera hora de la mañana hasta última hora de la
tarde". No hay nadie en casa en el Pilar en Cabezón.
En la mañana, era difícil transitar entre los puestos. Ante
todo, cantidad y calidad. De esto último sabe mucho Ramiro Hernández,
que vendía todo tipo de quesos. "Traer productos de calidad merece la
pena porque vendes más", aseguraba. Una fiesta "muy bonita", decía, y
luego se dirigía al cliente: "La leche de cabra es más digestiva".
Carmen Jordán y César compraron un queso de cabra montañés. De Ontoria,
la feria les quedaba al lado de casa. "Es una fiesta muy simpática",
comentaban casi al unísono.
La oferta era infinita. Ropa, bisutería, bolsos, calzado,
rosquillas, quesadas, chorizos, jamones, anchoas, bocadillos, vino,
licores… Todo apetecible, tradicional y cántabro. En una esquina se
hacían bocadillos de lomo a la brasa en el momento. En la otra, un
matrimonio preguntaba por el número 36 de un modelo de botas. Animación,
calor y buen ambiente. Así transcurrió la jornada en Ontoria.
Amparo y sus dos amigas paseaban entre los puestos. "Si nos
dieran de comer gratis nos gustaría más la fiesta", bromeaban. Vienen
todos los años. Dan una vuelta, comen y ven la pasá. Cada uno celebra el
Día del Pilar a su manera. Itziar e Íñigo, de Bilbao, no lo planearon.
"Vinimos a visitar el pueblo y no sabíamos que había fiesta",
explicaban. Nunca habían visto tantas cabezas de ganado.
Los jamones colgaban de las carpas. Había pan de maíz y un
puesto con ‘culines de sidra’ a 2,50 euros que vendían Fran y Cote, de
Los Corrales. "Si queréis una tapita de queso de Tresviso os invito". La
gente probaba, encantada. En el otro extremo de la calle, vaso de vino
de toro por un euro. Más allá, zapatillas de andar por casa en venta.
Los niños con trompetas de juguetes, los mayores con el palo y las
albarcas.
José Torruella llamaba la atención entre los paseantes con
camisa blanca, pantalón oscuro y el palo en la mano. "Hemos venido desde
Lérida todos los de la cuadrilla para acompañar a un amigo ganadero".
Le gusta la fiesta.
La pasá
Después de la comida, llegó la pasá. El momento más
esperado. Vecinos y visitantes se agolpan en las aceras y las vacas son
modelos que desfilan entre la gente. El sonido de los campanos vuelve a
inundarlo todo y la gente disfruta con el espectáculo. Este sábado
participaron en el concurso de ganado 1.200 reses. Todas ellas tuvieron
su momento de gloria. El año que viene volverán a las andadas.
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