El proyecto de ley de Racionalidad y Sostenibilidad de la
Administración Local que ahora tramita el Senado potenciará, a priori,
el funcionamiento de las mancomunidades, contempladas como única vía
para que muchos municipios pequeños puedan llevar a cabo servicios
esenciales que, de otra manera, no podrían afrontar. La aplicación de la
norma, sin embargo, podría complicar la permanencia de algunas de
ellas: en uno de sus artículos señala que disponen de seis meses para
ajustarse a las competencias y servicios y, que, de no hacerlo,
«quedarían disueltas» y su personal pasaría a las entidades locales que
la formaron.
Por si fuera poco, las veinte mancomunidades que se
reparten por la región recibirán este año 100.000 euros menos que en
2012 de la mano de la Consejería de Presidencia y Justicia, que aportará
300.000 euros.
Pero para entender el debate que se cierne sobre el futuro
de las mancomunidades, hay que ir al trasfondo. En la zona oriental, por
ejemplo, se encuentra la Mancomunidad de Trasmiera que absorbe los
servicios sociales (teleasistencia, asistencia a domicilio, atención a
menores) que se prestan en Bárcena de Cicero, Hazas de Cesto, Ribamontán
al Monte, Solórzano y Voto. Los municipios comparten personal y, según
cuenta su presidente y, a su vez, alcalde de Ribamontán al Monte, José
Luis Blanco, supone «un gasto fijo que se reparte entre todos los
ayuntamientos, lo que nos posibilita un mayor rendimiento a un coste
menor».
Argoños, Arnuero, Liérganes, Ribamontán al Monte, Escalante
y Bareyo también están mancomunados en El Brusco. Su unión es, en este
caso, para prestar el servicio de recogida selectiva de basura, enseres y
podas. Con esta mancomunidad, dice su presidente, el alcalde de
Argoños, Juan José Barruetabeña, «se busca reducir el coste y evitar en
el recibo de los ciudadanos el aumento brutal de las tasas».
Son ejemplos, pero ¿de qué manera cambiará el panorama con
la nueva normativa? El presidente de la Federación Española de
Municipios y Provincias (FEMP), Íñigo de la Serna, ha venido defendiendo
en reiteradas ocasiones que el proyecto de racionalización y
sostenibilidad de la Administración Local no vulnera, «en principio», la
autonomía local. Es más, asegura que el largo proceso de gestación y
debate político ha dado lugar a un texto del que se han eliminado
aspectos como la intervención de municipios de menos de 5.000
habitantes, la supresión de entidades locales y mancomunidades o el
concepto de coste estándar, que «sí vulneraba la autonomía local en la
medida en que se perdían competencias». Sin embargo, hay voces que no lo
ven tan fácil.
Mayor eficiencia
El presidente de la Federación de Municipios de Cantabria
(FMC) y alcalde de San Vicente de la Barquera, Julián Vélez, asegura que
con la nueva ley es probable que «muchas de las mancomunidades
desaparezcan, ya que ahora se las va a exigir funcionar con el rigor con
el que se articulan los ayuntamientos en cuanto a la tramitación de sus
presupuestos, desde su redacción, ejecución y liquidación». Es decir,
tendrán que regirse con mayor eficiencia si quieren continuar, lo cual
supone darle un mayor peso a las que cumplan con los requisitos. El mapa
de Cantabria está compuesto por una veintena de mancomunidades, algunas
de gran tamaño, como la mancomunidad de municipios sostenibles de
Cantabria conformada por diecisiete. Otra es la de l área Saja-Nansa,
que engloba a otros quince de la zona occidental y se encarga de la
gestión del programa Leader.
Vélez considera que esta última mancomunidad estaría en
disposición de poder gestionar muchos de los servicios que la futura ley
contempla para los municipios de más de 20.000 habitantes. Sin embargo,
el presidente de la FMC propone suscribir convenios con el Gobierno
regional para poder prestar los servicios directamente, de manera que se
pueda recibir la aportación íntegra o complementarse con inyecciones
económicas propias «si demuestran tener unas cuentas saneadas».
Y por ir más allá, Vélez da ideas de qué tipo de servicios
se podrían añadir a los que se vienen prestando desde la mancomunidad
Saja Nansa: la piscina climatizada de Pesués. La norma establece que las
instalaciones deportivas de uso público en municipios que no cuentan
con un equilibrio presupuestario, como es el caso de Val de San Vicente,
no serán de competencia municipal. Sin embargo, sí lo son de la
Mancomunidad.
Pero la realidad es que muchos ayuntamientos de Cantabria
se encuentran agrupados en diferentes y pequeñas mancomunidades desde
las que ofrecen servicios de asistencia social, recogida de basuras,
formación, empleo o turismo, entre otros. Algunos ejemplos son la de los
Valles de San Vicente (San Vicente de la Barquera, Val de San Vicente y
Valdáliga) o la Mancomunidad Bajo Deva (Val de San Vicente y el concejo
asturiano de Ribadedeva).
Duplicidades
Estas pequeñas agrupaciones generan en ocasiones muchas
duplicidades, lo que no es entendible si de lo que se trata es de
ajustarse a la eficiencia y a los requisitos de gestión. En algunas
zonas concretas, contar con una única gran mancomunidad que unifique a
las existentes sería una solución lógica al exceso de agrupaciones y,
sin embargo, complicada en lo que respecta a mantener determinados
servicios en aquellos ayuntamientos que ya los vinieran prestando.
Sea como fuere, lo que resulta «imposible» para algunos
alcaldes es prescindir de la mancomunidad para desarrollar ciertos
servicios esenciales en estos momentos para el ciudadano. El primer edil
de Argoños, que está al frente de El Brusco pero también de la
Mancomunidad de Servicios Sociales Siete Villas, asegura que sin la
unión intermunicipal «haría falta una cantidad económica muy alta que no
tenemos los ayuntamientos».
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