El paraíso tras el 'infierno cántabro'

23 mayo 2014


 El paraíso que se esconde en el 'infierno cántabro'

El infierno existe y quien sale de él lo hace con el cuerpo machacado, el rostro desencajado y tiznado con ese color verduzco que produce el barro seco. Los dientes le rechinan, las tripas se le revuelven y el cansancio logra cotas imposibles de superar. Hace 116 millones de años, en el Cretácico inferior, devastadores incendios forjaron las puertas del Averno cántabro: los bellos territorios por los que miles de héroes anónimos se enfrentan cada año a los '10.000 de El Soplao', un referente de las carreras de mountain bike, ultrail y ciclismo de carretera, a la que este año se une el 'Soplaoman' (triatlón de larga distancia). Una de las claves de la competición es el capricho de la climatología, esa que en Cantabria es un misterio. El año que no llueve y hace frío, los termómetros son capaces de superar los 35
grados. Es el 'Infierno del Norte', ese que tanto seduce a los deportistas más duros, y que cobija en sus atardeceres tiznados de rojo un paraíso de infinitas posibilidades. De qué va esto. De lo que se trata es de visitar el valle del Saja-Nansa y descubrir sus recovecos. Aviso: viajamos al útero de la Madre Tierra. Pero tranquilos que para conocerlo no hace falta sufrir.

La cueva de El Soplao

La cavidad se ubica en el extremo occidental del territorio, en la Sierra de Arnero, un reino agreste en el que los prados pelados son los únicos monarcas y las vacas -de raza tudanca, reconocibles por su cornamenta- los principales habitantes. Fue bajo estas tierras donde, en el siglo XIX, comenzó a horadarse un gigantesco hormiguero minero, el complejo de La Florida. Había que extraer de las entrañas de tierra toda la cantidad posible de zinc y hierro que escondía: de hecho, había tanto que la explotación duró cerca de cien años. Cuando la mina se cerró en 1978, todavía trabajaban en ella 210 trabajadores, lo que puede dar una idea de su tamaño. A la cueva le sobran los apelativos: la Capilla Sixtina de la Geología. El Soplao constituye un deleite para todo el que se acerque a visitarlo, que podrá disfrutar de un recorrido que sobrecogerá por la espectacularidad, abundancia y diversidad de sus formaciones excéntricas y por el mayor y más fructífero yacimiento de ámbar de Europa, que la convierten en una cavidad única. Un auténtico juego de sombras y luces, de colores, un festival de sensaciones.

Cueva

Turismo de aventura en El Soplao. / Javier Rosendo
Además de su valor geológico, la cueva y su entorno albergan un excepcional patrimonio de arqueología industrial minera, con más de 20 kilómetros de galerías. La actividad minera también ha dejado su huella en el espacio exterior: castilletes, hornos de calcinación, lavaderos, talleres... Las labores mineras se orientaron a la extracción de blenda y galena, dos de las mejores menas para la obtención de zinc y plomo, respectivamente.

Poblado cántabro

Merece la pena escaparse unos metros del casco urbano de Cabezón de la Sal para viajar hacia tiempos pretéritos. Cuando uno se adentra en la elevación montañosa del Picu la Torre, la luz baña los tejados de brezo y paja. Las grietas de las paredes de adobe de las cabañas transportan al visitante hasta hace más de 2.000 años. Los restos del castro que protegen las residencias de los antiguos pobladores, que tanto tardaron en someterse a los romanos, permiten conocer cómo vivieron en aquella época. Al atravesar las murallas aparecen las diminutas residencias de planta redonda y rectangular, donde piedra, madera, barro y escoba vegetal han sido las únicas materias primas para su construcción. En su interior, hay restos del fuego que usaban para cocinar su caza y para pasar los fríos inviernos, así como las camas que habilitaban con pieles de animales.

Tras los pasos de Carlos V

Por el camino real de Cabezón de la Sal pasó Carlos V en su primer viaje a España. Su origen se remonta a la invasión romana, época en la que era una importante área de extracción de sal. De aquel tiempo se conservan su arquitectura tradicional, donde casas en hilera y casonas montañesas permanecen inalterables al paso del tiempo, así como el escalofriante calabozo (siglo XVIII), ubicado a la entrada del municipio, donde se puede visitar el cuarto del alguacil y la zona donde se encerraba a los presos. En línea recta, pasando las vías del tren, se descubre el Museo del Traje Regional, con una exposición permanente de los principales trajes cántabros e instrumentos musicales utilizados en bailes populares, convirtiéndose en el santo grial del folclore.

Mazcuerras

Sucede en Mazcuerras como en otros tantos rincones montañeses: el tiempo viaja lento por las venas, lleva una sístole de sueño. Es la demora del campo, que nada tiene que ver con la urgencia redicha de las ciudades. Y así

Mazcuerras

El tiempo viaja lento en este rincón montañés. / Javier Rosendo.
se conserva intacta su fisonomía de antaño, su fincas, sus casonas, todas de piedra, madera y teja con aleros y solanas floridas y torneadas. Fue el refugio de Concha Espina. Su hermosa estatua, serena, con su pluma y papel en mano, vigila sentada Las Magnolias, la residencia que habitó durante su vida. También pasó grandes temporadas Josefina Aldecoa, en una casa de indiano tan bella como su jardín.
Enfilando las viejas carreteras, seducido por la belleza de Cos, uno puede tirar el coche para acumular silencio y destrenzar olvido. Quizás sea ese el sentido real de un viaje por estos rincones. El silencio emana de todos los puntos cardinales. El campo camaleónico muta de colores por estas fechas y el río Saja lleva el gaznate semidesnudo, sin el gran caudal de agua que llena de vida sus alrededores.


Molino de Carrejo

Si se observa el Molino de Carrejo desde el cielo, como en un plano picado, su forma recuerda al cuerpo de una serpiente, gruesa al principio -donde está el edificio del molino en sí- y más estrecha al final -donde está el canal que conduce el agua hasta la presa-. Parece especial y lo es porque se trata del primer molino de río de Cantabria. Se ofrecerán visitas guiadas gratuitas que permitirán contemplar el funcionamiento y la razón de su existencia.

Museo de la Naturaleza
 
El recorrido que propone este centro situado también en Carrejo se remonta a 7.000 años antes de Cristo para encontrar los primeros restos de animales disecados. Después, avanza en el tiempo para conocer el renacer de la taxidermia en la primera expedición científica organizada de la historia, auspiciada por Felipe II. Para desarrollar este discurso expositivo se cuenta con la colección de especies taxidermizadas que atesoró la Universidad Pontificia de Comillas desde el siglo XIX, que se muestra en las vitrinas originales construidas por el arquitecto modernista catalán Domenech i Montaner. Los visitantes podrán ver aves tropicales, como el fantástico Quetzal, ardillas voladoras, caimanes o cocodrilos, entre otros animales. En la segunda sala, más centrada en la taxidermia, se recrea el taller de trabajo de un

Museo

El recinto alberga aves tropicales, ardillas voladoras, caimanes o cocodrilos. / Javier Rosendo.
taxidermista y se pueden observar la ambientación propia de la época, junto con grabados, láminas y animales en pleno proceso de elaboración.

Monumento a los Foramontanos

Después de pasar el puente de Santa Lucía se alza el monumento a los Foramontanos, es decir de los cántabros que, en los comienzos de la Reconquista y obedeciendo a la voluntad del rey Alfonso II, cruzaron el valle de Cabuérniga para llegar hasta la meseta e iniciar la repoblación de Castilla. El nombre, al parecer, deriva de 'fora montani', o sea los que venían de fuera de las montañas. Aquí se puede comer en sus múltiples fondas de espacios abiertos al aire puro mientras se descubren sus hayedos y castañales, que crean un clima mágico. Perfecto para darse el último baño de la temporada antes de guardar el bañador o coger las botas y perderse por las sendas que lo recorren. El repertorio de rutas que ofrece la salida desde Santa Lucía es ancho y rico.

Ruente

De regreso a la senda y a los silencios, otra de las múltiples alternativas que ofrece este misterioso espacio donde conviven tradición y presente es el descubrimiento de La Fuentona de Ruente, donde la leyenda dice que una anjana habita en sus profundidades y corta el agua a su antojo. Es esta una zona alejada de épicas, levantada con un esfuerzo de gentes en su siglo. De esa Cantabria de carros, plazuelas y bueyes rubios y pardos no queda más que la nobleza de los olmos y las cicatrices dulces de los ríos Saja y Nansa, la limpia minería de sal y las soberbias fachadas de piedra y casta montañesa que esperan el paso de los siglos, desafiantes con sus escudos heráldicos.

Ucieda

Enclavado en pleno valle de Cabuérniga es posiblemente el pueblo con

Verde

Bosque de hayas en el monte Uciero. / Javier Rosendo.
mayor número de tabernas especializadas en cocina casera, en las destacan las alubias blancas y rojas, las setas, o las carnes de vacuno y caza, además las truchas del río. Sin olvidar uno de los guisos estrella: el cocido montañés. Y el cordero. Y el rabo de toro de Tudanca. Y el vino blanco de Nava. Estos platos dan cuerpo a la oferta de las casas de comidas de la zona. Los hosteleros de esta zona dan al plato 'un toque personal' que goza de reconocida fama. El último fin de semana de agosto se celebra la fiesta del Cocido en esta localidad donde es posible degustar este rico plato.

En la carretera que llega a los denominados montes de Ucieda se puede observar un encantador humilladero y diversas casonas con escudo. Al final de la carretera, descubrimos con gran sorpresa un fascinante bosque repleto de hayas y robles que nos introduce en el Parque Natural Saja-Besaya, dentro de la Reserva Nacional de Saja, la más extensa de España.

Bárcena Mayor

Se dice que es el más antiguo de toda España. Sea cierta o no esta fama, lo que sí que está claro es que es un lugar que no pertenece a nuestro tiempo. Está en medio de un valle, fuera de cualquier carretera principal y ajeno a cualquier innovación estilística. Todo es viejuno, montañés y muy rural. Está en un valle flanqueado por pequeñas colinas, con caserío concentrado, en forma rectangular, con dos calles principales sembradas de grandes casonas que datan de los siglos XVII y XVIII y que sorprenden por sus balcones de madera, su artesonado tradicional y las muchas flores que pueblan cada saliente. Son de mampostería, aunque los esquinales y vanos son de sillería y el interior de madera. La iglesia, con la advocación a Santa María, es del siglo XVII y tiene un interesante retablo barroco del siglo XVIII.

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