El bosque tiene una historia curiosa. En el año 1926 el gobierno
español recomendó la experimentación con especies madereras para nutrir
la industria nacional del papel. Luego llegaron la guerra y la autarquía
con el cierre de fronteras. SNIACE de Torrelavega fue fundada en el año
1939. Necesitaba celulosa y en la segunda mitad de 1940 los técnicos
decidieron plantar secuoyas y pinos en Cabezón por su rapidez de
crecimiento.
El bosque se abre y la senda hasta un banco de madera, bajo dos de
los árboles más espectaculares. Los guardas forestales aseguran que el
árbol más alto supera los 40 metros. La ruta se bifurca. Bajamos por la
derecha por terreno pendiente asegurado por una escalera de madera.
También se puede descender sin camino y disfrutar de la arboleda. Las
secuoyas fueron plantadas a intervalos regulares y luego clareadas. Pero
medraron -doce metros en los primeros años- y se han juntado. Alguno
está seco y su tronco muerto aguanta de pie, junto a sus congéneres que
apuntan al cielo.
Sorprenden el silencio de un bosque que no tiene pájaros. También
extrañan la ausencia de sotobosque y la falta de hozaduras de ciervos y
jabalíes, sin alimento en esta arboleda foránea.
Al final de las escaleras, después de pasar junto a unos pinos
descomunales coetáneos, otro banco bajo cuatro secuoyas espectaculares
permite un respiro. El bosque nos envuelve. En la penumbra rodeados por
un muro de troncos marrones. La senda aún sigue y tras superar el arroyo
Las Navas por un vado sale a terreno abierto, en un paraje donde
pervive el arbolado autóctono: robles, castaños, avellanos. Más allá hay
una pista forestal.
Podemos descansar, sacar fotos e intentar abarcar el tronco de las
secuoyas. Son necesarios muchos brazos para conseguirlo. Desde luego no
alcanzan las dimensiones de los árboles gigantes de Muir Woods, que
tienen entre 800 y 900 años.
El sendero ahora sube, con escaleras o puentes de madera, siempre de
manera sencilla, sin complicaciones. Los troncos ocultan el bosque, que
permanece a media luz hasta alcanzar el banco inicial. Unos metros más
arriba está el aparcamiento.
Un bosque de árboles gigantes en Cabezón de la Sal
15 noviembre 2014
¿Un bosque de secuoyas en Cantabria? El sentido común nos lleva a
buscarlo en las 295 has de Muir Woods, en la bahía de San Francisco,
California, donde prosperan los 'reedwood trees', nombre inglés del
árbol que los conquistadores españoles llamaron 'palo alto' y 'palo
colorado' (los ejemplares que vieron superaban los 115 metros y más de
altura). Pero sí, ahí está a pocos kilómetros de Cabezón de la Sal,
protegido desde el año 2003 como el 'Monumento Natural de las Secuoyas
del Monte Cabezón'.
Aparcamiento en el borde de la carretera indicado por el letrero
'Monumento Natural de las Sequoias del Monte Cabezón'. Pequeño,
protegido por robles y castaños. Caminamos hasta un mirador que debería
dominar el bosque. No ocurre así. El muro de sequoyas es tan cerrado y
los árboles tan altos que no hay perspectiva. Una senda desciende y nos
mete en el bosque. Las primeras secuoyas se alinean a nuestra izquierda.
Sus troncos se estiran hacia arriba, muy arriba, tanto que se pierden
en las copas por donde se cuelan los rayos del sol.
Árboles de más de 40 metros
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
1 Opiniones...Anímate a participar :
¿ qué no hay pájaros ? picapinos, pinzones, arrendajos, carboneros los tipicos de un bosque de coniferas ...... y no sigo porque es cuestión de fijarse un poco
Publicar un comentario