¡Objetivo cumplido!

24 mayo 2010


Fue en el 2006 cuando decidí cambiar mi rumbo y comenzar a hacer deporte. El otro ritmo de vida no era bueno, así que como el verano de ese año no me fui de vacaciones, decidí comprarme una bicicleta de montaña. Qué buena decisión. Lo recuerdo como si fuera hoy. Unos meses después me enteré de que en Cabezón de la Sal se iba a celebrar una prueba que la llamaron 'Los 10.000 del Soplao'. Un reto para locos dije. 165 kilómetros por monte y carretera. Siete subidas (alguna de ellas de 16 kilómetros con rampas del 9% de desnivel) y 4.600 metros de desnivel positivo acumulado. Recuerdo que esa edición ni siquiera fui a verlo por lo que llovía, pero al año siguiente ahí estaba yo en la línea de salida. Nadie confiaba en mí, sólo una persona: mi amigo Sergio, al que cariñosamente llamo Pencho. Juntos y apoyado por todo mi grupo de amigos, pancarta en mano, conseguí acabarla. 15 horas 52 minutos y 59 segundos. Ese día me sentí Miguel Induráin. Pocas sensaciones como esas he tenido en mi vida.

Mi mayor reto personal estaba cumplido. Al año siguiente no acudí a la cita. No estaba preparado. Fue en el verano de 2009 cuando tomé la decisión de volver. En la terraza de la habitación del hotel en Lanzarote, donde estaba pasando las vacaciones, escribí en el diario: Voy a volver a hacer el Soplao. «Quiero sorprender y sorprenderme». Así que manos a la obra. Empecé a entrenar y a acumular kilómetros. Pero sabía que para hacer el reto necesitaba dos cosas: un plan de entrenamiento y una considerable pérdida de peso. Así que comencé con una dieta elaborada por un nutricionista, Franco Parenti, y un plan de entrenamiento diseñado por mi amigo Matías Cagigas. El primero hizo que de los 76 kilos con los que contaba el 10 de octubre del año pasado se quedarán en los 68 con los que salí el sábado. El segundo consiguió que una persona sin disciplina para el entrenamiento fuera capaz de ser ordenado.

Lesión de rodilla

Así que tras un duro invierno, llegó el gran día. Pero antes hubo que pasar por una lesión de rodilla. Un golpe tonto contra una señal de tráfico me dejó en el dique seco 3 semanas y condicionó toda mi preparación. La física y la psicológica. Ahí es donde Matías sacó su grandeza como persona para soportar todo mi proceso de recuperación. Nunca podré agradecérselo como se merece.

Entonces sonó el despertador. 5.30 de la madrugada del sábado 23 de mayo. Desayuno y me dirijo a Cabezón donde me esperan mis otros compañeros del club Valle de Buelna MTB. Este año somos legión en la salida. Bajo la bici del portabicicletas y veo mi dorsal: el 413. No me gusta demasiado, aunque pienso en que los grandes porteros como Toño llevan el 13 en la camiseta. Cojo un par de plátanos, 3 chocolatinas, un botellín de bebida isotónica y un gel de glucosa. Charlo con Matías sobre mi estrategia a seguir.


Hace un sol de justicia y vamos a pasar de los 30 grados. Más de 3.000 bikers esperamos en la salida. Qué pasada. Qué grande esto del mountain bike. Estoy tranquilo. Saludo a todos los amigos y le doy un beso a mi hermana. Una vez me preguntó si ella podría hacer el Soplao. La dije que no. Me arrepentí, y por eso, por su cumpleaños, la regalé la inscripción. Hoy va a emular mis pasos de hace dos años. Suena AC DC a tope. La última vez que escuché el Highway the hell, fue en el estadio Vicente Calderón. Oímos la traca y salida. Poco a poco la serpiente multicolor se va estirando. El ritmo al principio es frenético. La gente ha salido como misiles. Los de mi club van como balas. Ese ritmo no me gusta y prefiero ir un poco más tranquilo. Miro el pulsómetro, 172 pulsaciones. Así Rafa vas muy mal. Relaja que esto es muy largo.

Mi profesor de gimnasia

Primera subida. San Antonio. Sólo dos kilómetros, pero duros. Llego arriba acompañado por mi profesor de gimnasia en EGB, Quintín Abad, el padre del ciclista Óscar Abad. Qué curiosa es la vida. El asma y mi vagancia me impedía hacer ejercicio físico en sus clases... Durante gran parte de la carrera vamos juntos. Llevamos ya 20 kilómetros y el sol empieza a azotar con fuerza. Escucho mentalmente los consejos de Matías: «cuando hace calor tan importante es hidratarse como comer». Le hago caso y no paro de engullir. Parece que estoy en una boda. Llego a la Cocina y comienzo la ascensión más técnica: Las Lastras. Me asusta ver tanto público. Todos animan. Piedra suelta y desnivel del 20%. Allí está mi asistencia técnica comandada por mi amigo Abel. Le acompañan Julio (otro grande); Bea, la mujer de Ramiro, otro amigo que ha hecho un Soplao espectacular; y Eva, mi novia. Me dan bebida. Continúo con la ascensión. Me noto buenas piernas. Poco a poco voy pasando gente. Llego a la Cueva del Soplao. Kilómetro 35. Bajada técnica y peligrosa. La conozco. Hoy decido tomar riesgos. Todo sale bien.

Ya estoy en Celis. De nuevo la asistencia me da comida. Son 9 kilómetros de asfalto y los tacos se pegan. Cojo a un grupo que me lleva en carroza hasta Carmona. Subimos Monte Aa. Allí me da ánimos mi amigo y compañero del portal web de El Diario Montañés, Marco García Vidart. Hoy es mi fotógrafo personal. Pongo buen ritmo y cojo a dos de mi club, Cuena y a Germán. Con ellos hago el descenso. En Ruente, nuevo avituallamiento. Recojo más bebida isotónica para la subida al Moral, plátanos, chocolatinas y un gel. También una Coca Cola que comparto con mis compañeros. «Tranquilo Torre Poo, piano, piano no gastes nada», me grita Abel cuando me alejo. Él sabe lo que es hacer un buen Soplao. Sigo sus consejos. Llegamos a Ucieda y comienzo la ascensión. Hace un sol de morirse. Más de 30 grados, seguro. Pongo un ritmo y me centro en beber y comer. Mi objetivo era coronar a las 13 horas. Llego 20 minutos antes. Bien, la cosa marcha. Me tiro para el descenso como un poseso. Las piernas llevan 78 kilómetros ya. Llego al cruce de Juzmeana y mi asistencia me da los víveres necesarios. Me engrasan la cadena y me dirijo hacia Bárcena Mayor. 16 kilómetros de subida hasta Cruz de Fuentes. Ahora sí que Lorenzo brama con más fuerza. Me pican los brazos, y eso que me dí crema de protección total antes de partir. Mi motor diesel, de momento no falla.

Pienso en la organización, cómo se lo curran los de Cabezón. Es una gozada, parecemos los del Tour de Francia. Esto es lo que hace distinta a esta carrera de otras. El público, de diez. Agua, refrescos, hasta tortilla o chorizo nos ofrecen. Gente con campanos, gente que te da ánimos. Un sueño. En plena ascensión me encuentro con mi compañero Marcos Menocal que está cubriendo la información. Baja en bici de montaña. Se pone a mi vera y charlamos. Me da ánimos y me dice que me ve muy bien. Qué subidón me ha dado al verle. Mi objetivo era estar a las 15 horas en Fuentes y a esa hora ya ye coronado en Palombera. Allí están mis amigos Nando y María Antonia y mi asistencia que además de lo mío han preparado una barbacoa. ¡Qué envidia! Me bajo de la bici. Tomo una Coca Cola. Charlo y me tiro como un poseso hacia Venta Vieja. Ahí me vuelvo a encontrar con Marco G. Vidart. «Lo ves amigo, puntualidad inglesa te dije a las tres de la tarde», le suelto con una sonrisa en la boca. Él, por su parte, me machaca a fotos. Sé que de Venta Vieja hasta Juzmeana es un descenso duro, con piedras sueltas. Habrá que tener cuidado. Menos mal que mi mecánico particular, Santi, me ha prestado las ruedas de su bici y como van. Por algo valen más del triple que las mías. 129 kilómetros encima y no me encuentro mal. Estoy, otra vez, en la carretera hacia Bárcena Mayor. Última asistencia para mí. Sólo cojo bebida. Y comienzo la última ascensión al Moral. Ahí es cuando me dicen que ha ganado Fran Ventoso. No me lo creo... si no estaba inscrito y ha salido. Qué pena. Un profesional que se consuela ganando a policías, bomberos, carpinteros, albañiles, informáticos. Hay cosas que no se aprenden. Se tienen o no se tienen.

Hoy es al revés

La última vez que hice el Soplao cuando yo bajaba El Moral ya subían los primeros. Hoy es al revés. Cuando comienzo la ascensión todavía baja gente. Pienso en mi hermana y en mi cuñado. Igual me los cruzo. Me emociono sólo de pensarlo. Al poco les veo. Qué subidón. Veo la cara de mi hermana. «Ésta lo termina seguro, va entera», pienso. Sigo hacia arriba, no quito el plato mediano. Esto no me había pasado ni entrenando. Llego a la cima. Mientras me pican el dorsal, bebo algo y llamo a Eva. «Avisa a mis padres en media hora llego», la digo. Comienzo el descenso y un par de errores de concentración me llevan casi fuera de la pista. Llego a Ucieda. 156 kilómetros marca mi 'cuenta'. Pongo plato grande y me doy cuenta de que mi objetivo inicial de bajar de 10 horas se va a cumplir. Esto me da alas. Comienzo a rodar como un loco y eso que el viento pega de cara. Llego a Cabezón. Me preparo, me quito las gafas. Gestos de rabia y felicidad. Hago el arquero, en honor a Abel. Parece que soy yo el que ha ganado la carrera. Recibo abrazos y felicitaciones. Brindo con la botella de 30 euros que Abel me desparrama por la cabeza. Paro el crono de la bici y el pulsómetro. 9 horas 26 minutos. Lo conseguimos, pensé. Hoy corría en equipo. Veo a mis padres emocionados, me abrazo a ellos.

Ahora viene lo mejor del día. La ducha, abrazos, la comida y a esperar a que llegue mi hermana y mi cuñado. Repaso los datos de mi pulsómetro. 9 horas, 26 minutos, 6 horas y media menos que hace dos años ¡Increíble! 183 las pulsaciones máximas (el tope de mi corazón), 155 pulsaciones de media (85%) y 7.978 calorías consumidas. He tomado 7 litros de bebida isotónica y he comido 10 plátanos, 4 geles y 6 chocolatinas. Miro la clasificación provisional. Posición 203 de 3.000. Disfruto de la tarde y a las 22:50 entran mi hermana y mi cuñado Fernando. Ahora sí que me emocionó. Me alegra más su gesta que mi tiempo. Me siento feliz. Lo consiguió y además en una hora y diez minutos menos que yo, la primera vez. Lo celebramos todos juntos cenando unas pizzas.

Gracias Matías y Eva

Por último dar las gracias a todos los que me han ayudado. Pero sería injusto no reconocer el trabajo de dos personas. El de Matías, para mí y para muchos el auténtico ganador. Gracias por todo amigo. También Gracias a Eva, por permitir que durante los tres últimos meses sólo me centrara en trabajar y entrenar. Sin vosotros hubiera sido imposible. ¿Volver el año que viene? Uff, no sé, pero como decía James Bond: «Nunca digas nunca jamás».

0 Opiniones...Anímate a participar :

Publicar un comentario

 
Plantilla basada en la tic-tac de blogger.