Ventoso conquista 'el Infierno'

23 mayo 2010

Ganó Fran Ventoso porque llegó el primero, pero hubo tantos ganadores como participantes. Tantas historias como dorsales, tantos retos y aventuras como valientes y 'toreros'. Cabezón de la Sal ya no volverá a ser igual. 'Los 10.000 del Soplao' no es sólo una cifra sino que es el purgatorio al que cada uno llama en silencio buscando la irreverencia del desafío. Cada uno el suyo. Algunos en bicicleta, otros a pie, otros. Como se pueda.

Son las 7,30 horas. «¿Pero qué es esto?» Exclama un recién llegado a Cabezón de la Sal. Aparcar es una tarea de dioses. Entre unos y otros habrá 3.000 'aventureros' con el dorsal colocado. Atrás sueños, horas de entrenamiento y noches en vela, seguramente, la última habrá sido la peor, preparándolo todo para que no falle nada. A las 8.00 de la mañana, la serpiente multicolor más grande jamás imaginada se pone en movimiento. Ya no hay vuelta atrás. 6 horas y 45 minutos después, pasaría Fran Ventoso, ciclista profesional del Carmiooro, que pese a no ser competitiva la prueba (cualquiera lo diría) decidió conquistar el sólo el 'infierno' cántabro. Siete minutos más tarde llegaría Matías Cagigas (Betón). Ambos mantuvieron una 'pelea' y una 'bonita' historia que será contada. Joseba León (Bike Zona), ganador del año pasado, ocuparía el tercer cajón a 18 minutos del ganador. Ellos tres fueron los primeros pero la prueba de ayer dejó muchas más cosas destacables. Este 'Tour' particular que la organización ha conseguido en apenas cuatro años se ha hecho tan grande que no había una localidad que no estuviera poblada de aficionados. En La Cocina, con 26 kilómetros recorridos, la carrera empezaba a dictar su reglamento: el que quiera correr que corra. Cada uno a su ritmo. «¿Dónde vas loco?» Se oye en las primeras posiciones del grupo. Saltaba Agustín Navarro (Northbike BTT) y ya no volvería a tener compañeros hasta 'casa'. Los favoritos se mantenían unidos pero la carrera ya era un rosario. Un rosario permitido y divertido. Algunos saludaban al pasar, otros hacían bromas, alguno pedía agua, y hasta algún atrevido se ponía guapo para esa foto que tenía apalabrada con su novia. Tres mil historias particulares. Silenciosas.

Después de pasar por El Soplao, Celis, Puentenansa y Carmona los valientes encaraban Monte Aa. Ventoso, Cagigas, Aarón Villegas y una grupeta de 20 ciclistas empezaban a hacerse 'amigos'. En Ruente la carrera estaba tan estirada que la cabeza veía los 'Ojos a la Fuentona' y la cola estaba por Puentenansa. «¿Llevas agua? Sí, toma». Diálogos como este empezaron a ser la banda sonora de un día en el que las puertas del infierno estaban cerradas para que no saliera el calor. En las gasolineras hombres con una manguera, en las calles alguna mujer les tira con un caldero de agua a los ciclistas a su paso. «Aquí una barrita energética, allí un gel isotónico, más allá plátanos y al final una Coca Cola». Cuantas veces lo repasaría por la noche para no equivocarse. Subiendo el Moral y más tarde en Fuentes, varios letreros burlones desafían al valiente: «Aquí no pillas truchas pero sí pájaras». La lección bien aprendida, cada uno como y bebe para derrotar a la naturaleza.

El calor, mal enemigo

Subiendo Fuentes, kilómetro 108 de carrera, Ventoso coronaría en solitario con dos minutos de ventaja sobre Matías Cagigas y más de 10 minutos sobre el resto. La subida a Fuentes es digna de enmarcar. Cada corredor llevaba su Vía Crucis. Silencio. Sol y ruido de ruedas entre piedras. Algún conejo furtivo y el vuelo del águila presidiendo un auténtico espectáculo. Cada familia, cada amigo se convierte en camarero, fotógrafo, psicólogo y asesor en cada curva. Gritos de ánimo, palabras que son manjares y música celestial. La organización de diez. Avituallamientos 'full time': «Tenemos plátanos, bocadillos de queso, de jamón, naranjas, pastelitos y bebidas de todo tipo» asegura un miembro de la organización mientras se apresura para que todo este preparado al paso de los ciclistas.

Subiendo El Moral, última 'puñeta' del día, Ventoso se va sólo y los inoportunos calambres dejan a Matías Cagigas lejos del ciclista profesional. Todavía daría tiempo para ver escenas dignas de estampas: «No puedo más, me meto al bebedero». Más de 10 participantes le arrebataron el bebedero a los caballos por un rato. El calor se quita de muchas formas. Está claro que este ciclista, que de no ser porque no ha sido invitado su equipo al Giro de Italia, no hubiese estado aquí, por lógica, va un peldaño por encima. Por razones obvias. Cagigas, con raza y clase acabaría por detrás. En línea de meta, Ventoso alzaba las manos como ganador con un tiempo de récord: 6 horas 45 minutos. A partir de ahí, todos y cada uno de los que entraron en meta hasta las 12.00 de la noche, levantaron las manos como el primero. Todos ganaron. Cabezón de la Sal no se movió de la línea de meta para aplaudir con la misma intensidad a todos los que conseguían su reto. Con 9 horas y 25 minutos llegaba Rafa Torre, redactor de este periódico y que se adelantó 35 minutos a su desafío personal. 165 kilómetros de tantas cosas que se convertían en historia. Al entrar, algunos ya le ponían objetivo al reto para el año que viene. Para la organización, también hay uno: Repetir. Todo salió a la perfección ¡Enhorabuena!

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