Apuntes para dar sentido a una vida

11 febrero 2011

Acaba de salir al mercado un libro que reúne todos los cuentos de Mario Camus, titulado '29 relatos'. En él se recopilan los dos títulos publicados por el director cántabro hasta la fecha: 'Un fuego oculto' y 'Apuntes del natural'.


En el prólogo a '29 relatos' se refiere cómo el director cántabro eludió escribir una autobiografía al uso, cuando se lo propusimos para publicarla en la colección de Valnera, Memorias con arte. Desde el principio creyó que era más interesante publicar una serie de «narraciones, cuentos, fábulas, historias mínimas.» que recuperasen hitos esenciales de su formación humana. De ahí nació 'Apuntes del natural'.

Corría el año 2007. Tras rodar 'El prado de las estrellas', le había llegado un momento de no buscado descanso. De pronto, tras cincuenta años de profesión, después de veintinueve películas y un número muy amplio de documentales y series televisivas, que le habían mantenido ocupado en una actividad frenética, todo se paraba bruscamente. «La nave se ha detenido. Esa corriente en la que estaba embarcado desde que terminé el aprendizaje ha ido a desembocar en un remanso, y ya no fluye», escribe el propio Camus en las palabras preliminares de los 'Apuntes.'

Y en este momento de «descanso nervioso», que a su pesar le había tocado vivir, echó la vista atrás para salir del remanso, remontar el río de la vida y beber en sus fuentes. Desde allí comenzó a hacerse viejas preguntas en un intento de recuperar aquel tiempo pasado que se le había ido escurriendo, cual agua entre los dedos, en muchas ocasiones sin llegar a saborearlo. Había llegado el momento de asomarse a aquellos territorios que frecuentó hogaño, en los que se aprovisionó de vivencias para hacer frente al duro recorrido de la existencia -desde la memoria, eso sí, que sigue sintiendo pavor de regresar a los lugares queridos por temor a encontrarlos distintos a los del recuerdo-. Había llegado el momento de encontrar los pilares sobre los que se asentaron su personalidad y sus aficiones.

Para ello, Mario escudriñó en la memoria y en un cuaderno que guarda en su despacho -especie de álbum en el que todo tiene cabida: frases de sus escritores predilectos, fotos, entradas de cines, cartas, apuntes de ideas, borradores para guiones.-, y encontró un material que le ayudó a recuperar algunas historias de su vida. Con ellas compuso las estampas que integran 'Apuntes del natural', quince narraciones que, aunque sin aparente ilación, presentan una muy cuidada organización interna con la que logra tejer las claves que explican su trayectoria vital.

Relatos de la educación sentimental

Las cuatro primeras tienen como hilo de unión el hecho de ser historias de su infancia pueblerina, ya que transcurren en el entorno de Cabezón de la Sal, Verdejo y Ontoria.

En la primera, evoca los tiempos de la escuela de Ontoria, a la que acudía, allá por el año cuarenta y uno del pasado siglo, tras una larga caminata por las mieses, bien pertrechado con alpargatas y abarcas. En ella aparece por vez primera la figura del maestro ejemplar, del educador que deja huella -tan querida por Mario y repetida luego en alguna de sus películas-. Es David, un docente que sabía educar con un cariño inusual entonces, y que le llevó por primera vez al cine de las monjas, en Cabezón de la Sal. Allí recibió su bautismo de imágenes en movimiento.

En la segunda -apenas un breve apunte- rememora la insólita costumbre que tenía la guardia civil de pasear a los reos por todas las aldeas del valle, a modo de castigo ejemplar, y la honda impresión que le produjo la visión de uno de aquellos paseos.

La tercera narra el pintoresco acontecimiento de la llegada a la estación de Cabezón de un grupo de jóvenes ingleses, bien pertrechados de palos y lonas, del revuelo y la confusión que se produjo entre las gentes del pueblo -que no sabían lo que pretendían ni podían entenderse con ellos- y la resolución del asunto cuando el cura local logró comunicarse en latín con el cabecilla de la expedición. Todo un homenaje a la lengua antigua.

La historia que cierra la época rural se refiere a las carreras pedestres que se organizaban en las fiestas de los pueblos, y que se hacían interminables cuando las gentes, socarronas, desorientaban con falsas indicaciones a los corredores y los mantenían corriendo por los prados durante muchos kilómetros.

Tras esta etapa inicial en la aldea, el joven Camus llega a Santander. Y en la capital cántabra se desarrollan las tres historias siguientes. La de Marcelo, el hombre de hierro, el boxeador aficionado que ganaba dinero retando a los mozos más robustos en las romerías de los pueblos -otro tema, este del boxeo, muy querido por el director y tratado también en su cine-; la muy emotiva del familiar exiliado que envía una grabación de voz para que su madre y su familia más cercana la escuche en un gramófono; y la del entrenador del equipo de baloncesto del colegio de La Salle, que convierte al grupo en campeón regional y les da una lección de estrategia, no sólo para el deporte, sino para la vida.

En estas siete historias primeras se concentra el período de la educación sentimental del autor. Aquí, las personas y los hechos -los maestros, los entrenadores, la muerte de un amigo, la amistad de Marcelo, los castigos aleccionadores, el exilio de un familiar, la importancia de una lengua, el asombroso milagro del cine.- influyen poderosamente en su posterior personalidad.

El cine y los amigos

Luego, llegan los años de juventud y madurez, ya en Madrid, y surgen las narraciones relacionadas con el cine y con la amistad -con un interludio para referir un relato de rebeldía, un homenaje a la libertad, en el servicio militar.
El cine lo aborda desde todas las perspectivas: en un relato lleno de humor, en el que participa como figurante en el rodaje de 'Alejandro Magno'; en la azorada recogida de un premio ante la impresionante presencia de Joseph L. Mankiewicz; en una sesión heladora de cine en Ávila, tras ganarle el pulso al portero que no quería proyectar 'El tercer hombre' por falta de público, y que se vengó apagando la calefacción; o en el encuentro en un restaurante con otro gran tímido como él, Dick Bogarde, que les llevó a comunicarse su admiración mediante notas escritas.

Los dos relatos evocadores de la amistad tienen también un trasfondo de referencias cinematográficas. En 'El gran ausente' rememora a Ignacio Aldecoa, gran amigo y escritor, de quien adaptó varias obras al cine. Y lo hace de un modo que pretende ser contenido -«he sabido tragarme las emociones»-, pero no puede evitar en un momento dado que el cariño se desborde por una frase que, como al descuido, parece escapársele: «Bendito Ignacio. Cuánto le recuerdo y cuánto se nota su falta».

El último relato, 'El mundo que nos pertenece', trata de recuperar un mundo santanderino ya perdido. Es un canto de amistad y cariño a Daniel Gil, gran diseñador cántabro, amigo de Mario desde la juventud. Daniel tiene una dolencia que avanza borrando su memoria y sumiéndole en períodos de ensimismamiento. Mario se esfuerza en recuperarlo, conversando con él sobre una ciudad que se les ha ido y que sólo queda en el recuerdo: los viejos cines de Santander, los partidos del Racing, los personajes de entonces. Si se pierden de la memoria, se esfumarán para siempre, porque ya sólo habitan en ella. Al final, el amigo desaparece sumido en un olvido definitivo, pero dejando, por contraste, «un recuerdo imborrable».

En definitiva,'Apuntes del natural', libro integrado en 29 relatos, representa un acierto admirable para sintetizar una vida a través de la selección de algunos momentos relevantes, presentados en ese tono literario aparentemente menor que constituye uno de los grandes aciertos de la escritura de Camus. Una vida que, recurriendo al símil cinematográfico, el autor ha resuelto con quince espléndidos cortos, en vez de con una larga película.

El resultado, contradiciendo sus prevenciones iniciales -«nunca se sabe con certeza de la utilidad de nada»-, es un libro que ayuda a explicar, tanto o más que una biografía, la personalidad Mario Camus.

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