Los primeros cohetes que anunciaron la fiesta se
escucharon a las siete de la mañana. Llegaba, un año más, el Día de
Cantabria en Cabezón de la Sal, donde los cánticos y los trajes
regionales se hicieron protagonistas. A primera hora los puestos
comenzaron a llenar sus mesas con todo tipo de productos típicos.
Los perezosos despertaron con el sonido de gaiteros y
charangas que recorrieron las calles de la Villa durante todo el día
rodeados de personas que se animaron a bailar. Y es que el Día de
Cantabria estuvo en la calle, en las barras de los bares, en las faldas
de montañesa y en los pañuelos rojos al cuello. Pero también estuvo en
las carreras de bueyes, en las danzas y las castañuelas y en los
discursos de autoridades.
«Es por y para todos», dijo una vecina. Lo fue por las
peñas, jóvenes que salen a la calle con lemas en las camisetas en las
que llevan pensando todo el verano. Y por las familias que salen a
disfrutar del folclore. Rodrigo, un chico del pueblo, lo describió así:
«La Montaña -como le llaman aquí a la fiesta- es un día de arraigo, de
alegría, de buen rollo, de la calle, de amor», expresó casi emocionado.
Almudena, su novia, vive en Santander pero veranea en Cabezón: «¡La
Montaña es de las mejores fiestas del pueblo!», gritó.
Ya al mediodía, la plaza de la villa se llenó de
espectadores de las actuaciones de los grupos de danzas, picayos,
pandereteros, gaiteros y piteros. A las tres comenzó el desfile de
bueyes del concurso de arrastre vacuno desde el parque de La Losa hasta
el Centro Social Santiago Galas, mientras que las banderas colgadas de
las ventanas de las casas les dieron la entrada en las calles del
pueblo. Fue en ese momento cuando el parque Conde San Diego congregó al
mayor número de vecinos, que después acudieron a ver los bolos, el
campeonato de arrastre y a seguir disfrutando de la música y los trajes.
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