Un paraíso literario de más de 14.000 libros -y 2.500
DVDs- se dibuja sobre las estanterías de la biblioteca municipal de
Cabezón de la Sal, que, paradójicamente, no puede con él. Lo avisa una
persona autorizada, el bibliotecario, Alfredo Balbás, que lleva «diez
años» advirtiendo a las diferentes corporaciones municipales de la
necesidad de ampliar las dependencias, donde siempre hay más libros, y
más lectores, de los que en realidad caben.
La biblioteca aumenta su fondo documental cada año en 400
libros y da servicio a las 15.000 personas: los habitantes de Cabezón
de la Sal y del resto de la comarca. «Los sábados acude más gente porque
hay mercadillo y en las vacaciones de verano también», explica Balbás,
que lleva diez años viendo cómo los servicios de la biblioteca se quedan
cada vez más cortos. Si desde la biblioteca deciden llevar a cabo una
actividad de animación, no entran más de quince escolares y si hay mucha
actividad, el entorno de sosiego y de esa paz casi extasiada que
caracteriza a las bibliotecas pierde su encanto en un lugar tan pequeño.
Como en seguida se llena, «a veces vienen, ven que no
queda sitio y se tienen que ir», explica Balbás, quien incide en que «en
un único espacio se tienen que compartir todos los servicios». La
biblioteca cuenta además, con una segunda planta donde hay cuatro
ordenadores para uso público.
Aunque sabe que es una solución coyuntural «e
insuficiente», el bibliotecario comienza a ver el sol. «Vamos a
establecer nuevas estanterías que podrán albergar dos mil volúmenes
más». Esto, matiza, «arregla el problema del espacio para los libros,
pero no el del espacio para las personas».
Y la realidad es que el proyecto del que habla Balbás no
parece perfilado en el programa municipal de este año. Ni del año
siguiente. «Ahora mismo no tenemos intención de llevar a cabo tal
proyecto, dadas las dificultades económicas con las que contamos»,
explicó el concejal de Cultura, Óscar López, quien recalcó que construir
el nuevo Centro de Salud es «prioritario». El concejal mostró además su
satisfacción con la gran actividad con que cuenta ahora la biblioteca y
lamentó no poder prestar un mejor servicio, aunque, concluyó, «lo
triste es que sobrara espacio».
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