Los bares triplican los pedidos y le sacan brillo a los
vasos de cristal, aunque en el Día de Cantabria (La Montaña), los de
plástico se usan mucho más. Los operarios municipales se cuelgan de la
escalera para colocar las banderitas en la principal avenida del pueblo.
Mientras, los feriantes terminan de encajar las máquinas de adrenalina
en la plaza y los vecinos que pasan, miran y recuerdan el sonido de la
música del año pasado y del anterior saliendo de los cachivaches. Al
lado, unos chicos como de 17 planean la fiesta en un bar. «Iremos a la
macrodiscoteca», Cabezón de la Sal calienta motores y ultima
preparativos para el Día de Cantabria, la fiesta declarada de Interés
Turístico Nacional que se celebra este domingo. La mejor fiesta de las
fiestas se prepara como lo que es, la más importante celebrada en la
localidad.
El jolgorio empieza mañana, con las casetas de pinchos
que decorarán las calles y con el concierto de la Coral Voces Cántabras
junto a la orquesta de Julio Jaurena. El sábado es un
'precalentamiento'. Hay fiesta nocturna con verbena y macrodiscoteca.
Los grupos de jóvenes preparan la noche. Las cervezas vuelan en los
supermercados. Las quinceañeras empiezan a planear qué ponerse para la
víspera de la Montaña, porque así es como todo el mundo le llama en el
pueblo.
El Día de Cantabria es para todas las edades. En el
barrio de La Pesa pasean dos hermanas, Tamara y Nerea. Recién llegadas
de Palencia, hablan de la preparación de los trajes regionales que
llevarán sus hijos, Aaron y Joel. Trajes a medida confeccionados
«durante muchos meses». Eso es llevar dentro esta fecha. Es algo más que
un acto institucional. Es una tradición, un canto a los orígenes y un
homenaje a la amistad. Y si no, que se lo digan a las peñas de chavales
que compran camisetas con eslóganes. Un cóctel entre imaginación,
juventud y locura. Ellos desfilan tras las carrozas al final del día
pidiendo agua a la gente asomada a los balcones. «Aunque eso ahora ya no
se lleva tanto... Nosotras este año vamos vestidas con la falda roja»,
dice Silvia, una chica de Caviedes que no se pierde La Montaña por nada
del mundo.
Los vecinos sienten ya las hormiguitas en el estómago.
Sólo queda un día. Los cocineros van al supermercado a comprar las
alubias y la berza para el cocido montañés que ocupa la mayoría de las
mesas el Día de La Montaña. Un día en el que los parques de la localidad
se llenan de gente. Casi todos, vestidos de rojo y blanco. Y, por el
pueblo, no dejan de pasar charangas. Demostraciones folklóricas, desfile
de bueyes, bolos... Y el espectacular desfile nocturno de carrozas y
carretas típicas que saca a los cabezonenses de casa año tras año. «Si
andas listo te dan chorizo y vino», explica Eduardo, otro vecino,
refiriéndose a las carrozas.
Cabezón de la Sal acogerá este fin de semana a todos
aquellos que sueñen con una fiesta de verdad. Tradicional, loca,
familiar, folklórica, reivindicativa, típica, de amistad... Que cada
cual le llame como quiera.
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