Temblorosos, llenos de barro, con heridas en sus rostros,
en sus brazos, en sus piernas... A duras penas, los viajeros del tren
descarrilado que salieron por su propio pie o que sólo sufrieron heridas
de carácter leve y fueron atendidos allí mismo, explicaban su historia.
Fueron relatos nerviosos, precipitados, testimonios de
viajeros que aún tenían el miedo metido en el cuerpo. «Oímos un ‘boom’ y
rápidamente nos bajamos del tren a ver qué había pasado», explicaba
excitada Ángela Prieto, del Valle de Cabuérniga, una de las primeras que
logró salir del cercanías por su propio pie. Ella tuvo ‘suerte’. Iba en
el tercer vagón, el que no se salió de la vía. «No sabíamos si íbamos a
poder salir del tren o nos iba a arrastrar el segundo vagón, el que
quedó colgando de la vía.
Fueron momentos de gran tensión», señalaba. A su lado
estaba Manuel Fernández, de Cabezón de la Sal. «Primero se fue la luz y
luego no podíamos abrir las puertas porque se bloquearon», relataba. «He
tenido miedo, mucho miedo». Entre él y otros dos pasajeros consiguieron
desbloquear las puertas y salir del tren. Deprisa.
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