"El Soplao tiene tanto de reto personal y de promesa que muchos lloran al cruzar la meta"

15 junio 2015

Jesús Maestegui (Santander, 1956) cogió la bicicleta con 47 años para hacer el Camino de Santiago con su amigo Dani Gómez, se enganchó al pedal, se vino arriba y buscó en internet la marcha cicloturista más dura. Le salió la Quebrantahuesos, una ruta de carretera a la que se presentó con su bici de montaña. «No lo he pasado peor en mi vida. Casi me muero, pero llegué a meta». Durante la cena tuvo una inspiración o quizá fue la venganza del sufridor, que deseaba esa penalidad para otros. «Si esto lo hacen en Sabiñánigo, nosotros podemos hacerlo en Cabezón». Y si allí había más de 8.000 inscritos, pues «nosotros vamos a ser 10.000». De aquel farol y de que ese año se inauguraba la cueva del Soplao nació el nombre de la prueba que se ha ganado el apelativo de 'infierno cántabro' y que en su novena edición ha superado aquel número improbable. Miles de personas dispuestas a pagar para sufrir. Algo más tendrá 'Los 10.000 del Soplao'.



Llegar a 10.000 empezó como un chiste, pasó a ser una meta y hoy es un númerus clausus.
En efecto, fue un farol, pero cuando vimos que era posible, sí era un pequeño reto. La infraestructura de Cabezón de la Sal ya no da para una prueba mayor. En los últimos años hemos cambiado bastante la forma de entender el Soplao. Somos 10.000, pero no de bicicleta, sino de doce modalidades, desde personas con discapacidad que hacen su ruta adaptada, hasta los participantes del Soplaoman, capaces de estar haciendo deporte durante 25 horas seguidas.

¿Qué es el espíritu del Soplao y quiénes lo han creado?

El espíritu del Soplao lo ha creado la gente. Nació el primer año. Había 420 inscritos, terminaron 160 y recuerdo a una participante que llegó a Cabezón a las doce de la noche. Venía con una chaqueta de lana que le había dejado una señora de Los Tojos. Hizo tan sumamente malo, fue tan duro que la gente de los pueblos que los veía pasar les daba bebida, comida, hasta ropa.

Además de esa comunión entre la gente de los pueblos y los participantes, ¿de qué se compone el espíritu del Soplao?

El 99% de los que participan en el Soplao tiene un reto personal. Hay muchísima gente que va a llegar a meta y se pone una camiseta de su padre o de no sé quién que ha fallecido. Gente que ha tenido enfermedades, operaciones y se plantea el Soplao como un reto. De los BTT, hay un porcentaje altísimo de personas que entran llorando. Al final, hacer el Soplao para mucha gente conlleva entrenar muchísimo y sufrir muchísimo para conseguir terminarlo.

¿Qué ha visto usted en meta que no olvidará?

Miles de casos. El año pasado hemos tenido un participante que venía de Málaga. Se le había muerto su hermano, que estaba inscrito en el Soplao, y vino a hacerlo por él, porque se lo había prometido. Adelgazó 20 o 30 kilos para participar y llegó al corte justo, casi no le dejaban pasar y pasó. Hace dos años, dos hermanos a los que se les había muerto el padre, al que dijeron que ellos terminaban el Soplao, llegaron también a la una de la madrugada. Eso es el espíritu del Soplao. La gente va por retos personales, por promesas.

Quien hace el Soplao en cualquiera de sus categorías y dice que no ha sufrido ¿miente?

Sí, miente.

Los de la ruta a pie se quejan a veces de que están marginados respecto a los ciclistas y de que hay poco avituallamiento.

La ruta a pie está pensada para que seas autosuficiente. Tiene un avituallamiento en Ucieda. Ahí no podemos fallar y, en teoría, con ese valdría. Pero surgió otro en Mazcuerras, que la gente piensa que lo hace el Ayuntamiento y es también del Soplao. Si ponemos un avituallamiento cada cinco kilómetros, eso es 'Verano Azul', no es el Soplao.

El año pasado se eliminó a más de 200 participantes en la ruta a pie porque entraron en menos de ocho horas y se consideró que habían corrido. Fue muy polémico y se ha rectificado. 

La ruta a pie tiene una filosofía. Sales a disfrutar, no a competir, aunque sí a superarte a ti mismo. Mucha gente no va a ganar, sino a reducir su tiempo. Eso se necesita también en el Soplao, es una motivación para volver. Si alguien quiere correr, que se inscriba en la maratón, pero si se apunta a la ruta a pie y corre, pues qué más da. Cada uno tiene que hacer su marcha y bastante tiene con terminarla.

Del Soplao se cuenta que siempre llega un momento en el que dices 'no puedo' y, al final, llegas más con la cabeza que con las piernas.

Sí. Yo creo que mucha gente, si tuviera que hacerlo individualmente, no lo haría. Pero el ambiente... Y luego, que la mayoría de participantes ya viene con familiares. Necesita muchísimas horas de entrenamiento y eso condiciona a la familia, que se implica y le ayuda, le lleva ropa... Casi le empujan y no le dejan retirarse.

Sin exigencia, no sería el Soplao, pero otras pruebas de perfil y longitud similar fracasan. 

Los recorridos del Soplao pasan por el centro de los pueblos y eso es importantísimo para la gente que vive allí y para los participantes. Al que pasa por Ruente en el puesto dos mil y pico le aplauden como si estuviera en el Tour de Francia... Eso hace que la prueba tenga tanta aceptación. Además pusimos la dureza adecuada. Pero también tuvimos un puntito de suerte, porque el primer año del Soplao hizo malísimo.

A ver si les va a fastidiar que salga un buen día...

Tiene que hacer bueno algún año porque la gente disfruta y para nosotros es más fácil. Pero de vez en cuando nos tiene que tocar un día malo porque es la salsilla del Soplao.

¿Ha hecho alguna de las pruebas?

Nada. Quería hacer la de bicicleta, pero se me ha acabado ya la gasolina. Bastante tengo con organizarlas.

¿Quién ha ideado los trazados, quién tuvo el punto sádico de colocar en el km 7 de la ruta a pie la bajada del cortafuegos?

Cuando pensamos en la ruta a pie no teníamos ni idea de cuánto iba a salir. Fuimos un domingo a hacer un recorrido. Íbamos tres y, al llegar al cortafuegos, Dani y yo dijimos: 'Nos tiramos por aquí abajo'. El otro nos decía: '¡Por ahí no se puede bajar. Estáis locos!'. Y nosotros nos empeñamos y lo hicimos. Al llegar a la campa de Ucieda nos perdimos. ¡Nos costó salir! El domingo siguiente volvimos y ya fuimos empalmando hasta dar con el trazado de 47 km.

Los 10.000 no salen todos a la vez, pero el sábado coinciden más de 8.000. Como si Cabezón de la Sal al completo se echara al monte. ¿No les puede la responsabilidad?

Por eso hemos puesto ahora el límite en 10.000. Son nueve pruebas en una. Es complejo, pero está todo muy pensado para que unos avituallamientos y unos recorridos coincidan y otros no, para que los servicios médicos tengan acceso de una prueba a otra. Están muy medidos los tiempos, la dureza, la seguridad... Es el trabajo de nueve años.

¿Qué presupuesto y relación ingreso-gasto maneja el Soplao?

Ahora mismo es una prueba autosuficiente y rentable. Casi todo se obtiene de las inscripciones, unos 300.000 euros, pero en la prueba se van más de 200.000, de largo. En seguridad ponemos todos los medios, aunque eso se vea menos. Y siempre hay que dejar recursos. Hacemos la ruta adaptada para personas con discapacidad y la inscripción es cero. Y también será gratis el Soplao infantil que añadiremos el año que viene en el décimo aniversario. Es bueno que el Soplao gane dinero, pero si lo viésemos solo como negocio, no lo haríamos. Vamos a dar 20.000 euros en tres años a Cruz Roja para que tengan un hospital de campaña. Nos hemos gastado 5.000 en reponer señales que la gente arranca. A Montes el año pasado le dimos 10.000 euros de multa...

¿Les han caído muchas multas por el impacto medioambiental?

Pagamos una de mil y pico euros, dos de tres mil y esta de diez mil. Hay personas que no se han dado cuenta de que el Soplao es el Soplao y es ya imparable. Nos ponen piedras en el camino para intentar que no se haga. Confunden el respeto al medio ambiente con el uso del entorno. A cualquier casa que vayas después de la cena de Navidad, entras en la cocina y te quedas acojonado. Que nos dejen margen para limpiar el monte. Este año no sé la multa que nos espera, porque nos han puesto unas condiciones que era imposible cumplir. Nos han querido cambiar los recorridos. No se puede bajar el cortafuegos, pero sí se puede hacer un kilómetro vertical en los Picos. No lo entiendo.

¿Quiénes les ponen piedras?

Hemos tenido muchas facilidades de la Administración y de todos los estamentos. Al final son solo dos personas las que ponen todo tipo de trabas, el director general de Montes y el director del Parque (Saja-Nansa). Y reconozco que ahora sí tienen motivos para estar mosqueados conmigo, porque, cuando han intentado boicotearnos, algunas cosas deliberadamente me las he saltado. Era eso o no hacer el Soplao. Siempre hemos querido colaborar, con donaciones al Parque o lo que haga falta. Pero no nos dejan. No sé si porque creen que con eso íbamos a comprarlos.

¿Deja mucho rastro el paso de tantas personas?

No es verdad que seamos 10.000 atravesando el Parque Natural. No es problema que pasen 4.500 bicicletas porque no estropean absolutamente nada. Van por pistas. Por el Parque pasan 3.000 personas por tres recorridos distintos. Eso no lo degrada. No se puede tener al Soplao como si fuéramos el demonio. Somos conscientes de que por ahí pasa mucha gente y de que se genera un dinero por eso. Colaboramos para que las posadas, las casas rurales, los restaurantes funcionen y también queremos colaborar para que el Parque esté bien.

¿Han calculado el retorno que el Soplao tiene para Cabezón y el resto de pueblos por los que discurre?

No tenemos ni idea, pero ya no es el día del Soplao. Durante toda la rueda del año hay gente. Vienen a entrenar, a conocer la zona, las rutas, el paisaje... La repercusión es enorme. El dinero que queda en Cabezón se mueve y tarde o temprano pasa por el cajón de todos los comercios.

¿Cómo le ha cambiado la vida a Cabezón con el Soplao?

Pues en Cabezón hay un porcentaje altísimo de gente que no practicaba deporte y ahora lo hace. El Soplao es la fiesta que más gente reúne en Cabezón. Es relevante para toda Cantabria. Este año, por primera vez, hemos tenido participantes de todas las provincias de España, incluidas Ceuta y Melilla.

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